¡Ah, los tópicos! Gracias a su ayuda, administrándolos con astucia, el político apuntala su poder pero es a base de poner cerco al razonamiento y hundir la capacidad argumental. El tópico es la sepultura del talento.
El tópico arrincona la observación libre de la realidad, aniquila la reflexión y crea muros espesos y negros. El tópico lesiona, deforma, ulcera, hiere y estraga. Simplifica la mente de su víctima y le cierra el horizonte porque es escollo, lugar de cocción de todas las patrañas.
Un lodazal donde se revuelcan – y complacen- los tarugos y los pobres de entendimiento. Una vez atrapado por el tópico, por los tópicos, es difícil darles el esquinazo pues que logran crear un precipicio temible. Por él se descuelgan los recelos de la conciencia y por ello no es extraño que en el fondo de ese precipicio se estrelle la ética, haciéndose mil pedazos.
Quien asume el tópico es un tullido mental que rinde culto a la consigna, que se solaza en las sombras del papanatismo, lastimando definitivamente las fibras del decoro espiritual.
Quien se contamina del tópico, lo acepta sin turbarse y lo proclama, compone ese fanatismo que le degrada a quitapelillos.
Al ahorcar los esparcimientos fecundos, la víctima del tópico se convierte en un majadero, también llamado gaznápiro.
El tópico es el veneno que inocula en la sociedad quien puede hacerlo por disponer de medios para predicar a las masas con el objeto de ahuyentar cualquier matiz y hundirlo todo en un mazacote deforme de prejuicios, rutinas y ofuscaciones. Busca quien controla el tópico obnubilar las mentes y dar alas a la obstinación y al cabo a la intolerancia.
Es el tópico un ácido que tiene carácter barbitúrico por cuanto hipnotiza a quien se le administra.
Pero es un componente formidable de todo el edificio político y por eso todos debemos estar alertas para no dejarnos neutralizar por sus efectos.
Esta disposición de ánimo, de combate, de rechazo valiente frente al tópico merece la pena ser ejercitada como hacemos con los músculos. La receta es sencilla pero no está al alcance de cualquiera. Se compone de ingredientes como son la lectura, la huida del argumentario y, sobre todo, el corte de mangas a su remitente.
Se impone una liturgia, un culto de la lucha contra la ponzoña del tópico, practicar un juramento, fabricar un exvoto para espantarlo. Porque el tópico nace en covachuelas que están perfectamente identificadas, entre ellas muy singularmente los partidos políticos y los sindicatos, capaces de confundir tópico y ortodoxia y, de paso, expulsar todo aquello que lo contradiga (o simplemente lo matice) a las tinieblas de la heterodoxia o de la herejía. Con las sanciones procedentes, esas que el bobo teme.
El tópico es al cabo una flatulencia y por ello procede liberarse cuanto antes del fastidio que origina y del tufo que esparce.
Queda definido el tópico y su fetidez, también la suciedad que desprende, la corrupción que a la postre genera. La falsedad que inspira, los disfraces que adopta, su capacidad para eliminar aquello que hay de fino, de primoroso en el pensamiento de los hombres (y de las mujeres y de los transversales, que nadie se ofenda).
En fin, el tópico, como sudario que es, y quien lo inocula, como despojo humano que es, se merecen un entierro como el de la sardina. Unas exequias que regeneren y nos instalen en la mecedora donde se abanica el pensamiento libre.
Tópico y democracia.
Te llamará la atención, pero si, como decían en el cole, un tópico es un lugar común, contrario a la utopía bien entendida. Ese grado de ser compartido le puede hacer confundirse con lo deseable por o para la mayoría. Un topicazo en la escuela o lo académico es algo como: debe evitarse el elevado uso de la memoria en el aprendizaje. Pero democráticamente esta barbaridad puede llegar a ser ley y dañar a la sociedad. Ese uso importante de la memoria no es al contrario, nada utópico. Será costoso, será sacrificado, pero es muy provechoso para los humanos en formación, desde los niños a los ancianos, más cuanto más joven. Pero por pensar así te pueden tildar de antidemócrata o peor fascista. Qué se puede hacer?, estar en la oposición de estos que quieren llegar a producir seres rastreros, manejables.
«Ainda mais», ante las grandes preguntas el hombre no quiere una respuesta comprometida. De ahí el topicazo.
Cordiales saludos