Hubo una época en que reinaba el coñac (los castizos decían coñá) como el gran alcohol de las sobremesas y así, en cuanto se terminaba con el postre, las personas decentes y con sólidos principios se servían unas copas y entonces daba comienzo una conversación que podía prolongarse durante horas. En las casas verdaderamente honorables, el coñac se acompañaba de café y puro. Y así esta tríada formaba una de las composiciones más serias y mejor fundamentadas de la vidaLee el resto…