Todo el esfuerzo que se está haciendo desde hace varios siglos en la ciencia política de las naciones civilizadas se dirige a impedir que el gobernante haga su capricho. Fue allá, en la brumosa Inglaterra, donde, en el siglo XVIII, algunos sujetos con buenas entendederas se dieron a imaginar una monarquía regida por leyes abstractas y generales y no por el capricho de quien encarnara en cada momento la realeza y de allí, de la isla exagerada, pasó al continente,Lee el resto…