Hoy, el telón de fondo de nuestras vidas es el fondo. Vamos del fondo de inversiones al fondo de pensiones y añoramos los fondos reservados. Quien puede disponer de estos tres fondos es ya ser un privilegiado, un individuo superior colocado en la cúspide de la jerarquía social, un hombre de mucho fondo.
Antiguamente, a los fondos reservados se les llamaba fondos de reptiles y estaban destinados a hacer pequeños favores o a inclinar la pluma de un periodista de forma benevolente hacia la gestión de un ministro. No todos los ministros disponían de fondos de reptiles siendo esta una distinción capital entre los miembros del Gobierno pues el afortunado que contaba con ellos se podía permitir el lujo de distribuirlos entre sus allegados más necesitados y, sobre todo, podía pagar un buen fondo que era como se llamaba en esa época a los editoriales de los periódicos. De manera que el ministro con fondos de reptiles salía bien en los fondos de los periódicos porque la pluma que los había redactado había sido objeto de previo unte o engrase.
Pocos fondos más había si descontamos el del mar que siempre ha estado ahí con esa obstinación propia de los objetos de la madre naturaleza. Y los bajos fondos que estaban llenos de forajidos, criminales e indiciados. Pertenecer a los bajos fondos siempre ha sido cosa poco fina pues en ellos se asentaban los antiguos barrios chinos antes de ser sustituidos por las casas de masajes, modernas torres de babel donde se practican viejos y apreciables idiomas (el griego, el francés…). En las ciudades portuarias es donde siempre los fondos han sido más bajos pues allí se concentraban torvos marineros venidos de Hamburgo o de Amsterdam que se emborrachaban con ginebra y luego cantaban baladas tristes con los ojos arrasados por nostalgias y naufragios y, al final, atizaban una paliza a otro marinero venido de Finlandia o de alguna otra región hiperbórea ya que entre ellos se entendían a base de canciones muy siniestras y de estacazos muy consistentes. El español de los bajos fondos era, como más castizo, más comedido y se limitaba a escupir (muchas veces, sangre) y a decir palabrotas y blasfemias contra los santos u otros individuos relevantes de la celestial especie.
Todos ellos eran personas que habían tocado fondo.
Ha existido siempre también el femenino de fondo, o sea la fonda, y su propietario, el fondista, así como el fondón que era la persona que se pasaba horas y horas fumando cigarrillos y jugando al dominó en el café y que por ello adquiría un aspecto gordote, poco ágil, de escasa gracia, pultáceo en suma. Ambos se veían en la precisión de hacer a veces provisión de fondos para hacer frente a un pleito o a una deuda contraída en el tapete verde.
Sin desaparecer ni mucho menos todas estas especies de fondos, ahora este mundo se ha visto enriquecido como ya he dicho por los fondos de inversiones y los de pensiones. En el pasado financiero sólo existían los fondos de amortización pero sus titulares eran cuatro acaudalados, siempre los mismos, los cuatro muy pesados, con leontina y con bigotes engominados. Hoy, por el contrario, son muchos los ciudadanos que viven afanados por ir haciendo un montón en uno y en otro y los más viciosos siguen sus evoluciones y fluctuaciones para no perder de vista el fondo de su fondo. A veces se pone en ello más interés incluso que el que se dispensa a la clasificación de los equipos de balompié, lo cual da una idea cabal de la importancia que se presta al asunto.
El fondo de pensiones está sustituyendo al horizonte y es en cierta manera el más allá del más acá. Y así como los antiguos practicaban la aruspicina que era el arte de adivinar el futuro por las entrañas de los animales, así ahora se ausculta al fondo para saber de lo presente y de lo porvenir. Un buen fondo de inversiones y un buen fondo de pensiones componen un paisaje risueño bien delimitado por los puntos cardinales de las acciones eléctricas, alimentarias, bancarias y de seguros. Por paradójico que pueda parecer si se tiene mucho fondo se hace pie mejor en la vida, con lo que las posibilidades de morir ahogado disminuyen.
Por todo ello, no es una casualidad que en el idioma español fondo tenga que ver con base, con fundamento, con la raíz de las cosas vivas. Porque eso son justamente los fondos de los que me vengo ocupando: el suelo sobre el que edificamos, el cimiento de nuestra confianza, el asiento de nuestro optimismo, la peana de nuestras mejores emociones, la plataforma desde la que oteamos lo venidero sin deslumbrarnos por la oscuridad. Nadie con un buen fondo se desfonda y por eso flota y flota…
Tienen los fondos una última ventaja y es que para los pobres existen los fondos bibliográficos que son un buen remedio para sobrellevar sus desventuras.