La vida municipal suele recibir descalificaciones cuando se la une a lo espeso y esto es una gran injusticia porque en los municipios encontramos siempre acogida y en ellos disponemos de la vigilante figura del alcalde, rendido y ojeroso por tener que bracear entre expedientes -do la perversión anida- y pretendientes -siempre a la caza de una nómina grávida-. Por más globalizaciones, europeizaciones y otras exageraciones con las que convivamos, lo cierto es que al final hasta el hombre desarraigadoLee el resto…