Hemos visto fotos en los periódicos en los últimos días que dan mucho que pensar porque parece estar naciendo una nueva forma de comportamiento entre los humanos que sería oportuno subrayar. Ocurre que a los contemporáneos nos suelen pasar desapercibidas las noticias más importantes, aquéllas que están llamadas a desplegar más larga y sostenida influencia. Esto se debe al despiste de muchos pero sobre todo al mare mágnum de información que a diario recibimos: es de tal extensión y profundidad el citado mare mágnum que resulta difícil acertar a distinguir en él el agua propiamente dicha de la espuma. No me gustaría dejarme atrapar por esta confusión y pasar así por desorientado o distraído. Que el futuro, ya se sabe, es una simple letra de cambio que giramos al presente.
Por eso realzo la importancia de determinadas fotos: son dos; en una de ellas, se ve al gerente de una gran empresa comercial chupando una ventana para demostrar que el material con el que la misma está fabricado es de óptima calidad y no daña ni al medio ambiente ni al estómago; en la otra, son tres lindas muchachas, practicantes del apacible deporte del judo, que igualmente y con cara de gran satisfacción, chupan las medallas que han conseguido en un mundial campeonato de fama y prez.
Este es el hecho: a partir de ahora y tal como nos avisan estos heraldos del porvenir, que son el gerente y las yudocas, la forma de contrastar la calidad de los productos, la bondad de las ofertas comerciales o lo ajustado y concertado de los servicios públicos, será chupar y chupar. Chupar, además, en público y si está un fotógrafo cerca, mejor. Si nos capta una cámara de la televisión, miel sobre hojuelas, y si es una plataforma digital, entonces hemos entrado directamente en el paraíso.
Hasta ahora chupar, lo que se dice chupar solo era una acción aplicable, en la tierna infancia, al pezón materno, lugar éste de donde extraíamos el jugo vital y fortalecedor; después, en la madura infancia, chupábamos el Chupa – Chups, que ha sido uno de los grandes inventos que el hispano genio ha proporcionado a la humanidad, junto al botijo y al glorioso programa «un, dos, tres». También nos hemos chupado los dedos después de acabar con un buen pastel de merengue pero nos hemos guardado muy bien de chuparnos el dedo porque eso, como es bien sabido, es una de las formas de que disponemos de pasar ante nuestro prójimo por lelo o tonto.
Y, si se piensa con atención, poco más se ha chupado, al menos de una manera clara y manifiesta. Porque otras chupadas pertenecen más al terreno de la intimidad y, por ello, siempre han quedado vedadas a la pública curiosidad. Y así, en ese oscuro hipogeo, deben permanecer.
Pero, a partir de ahora, la acción de chupar, como vemos, extiende su radio de acción, se generaliza y se asienta en ámbitos donde hasta ahora no se había practicado. Y, además, gana publicidad, lo cual es una cierta y definitiva novedad.
Las situaciones que uno puede imaginar pueden parecer pintorescas pero dejarán de serlo en cuanto nos acostumbremos a ellas. Así, es verdad, que cuando la ministra de Hacienda presente los Presupuestos del Estado en el Congreso y se haga una foto chupando la partida presupuestaria dedicada a «bienes inmuebles y material inventariable» nos va a sorprender algo pero en cuanto lo haga un par de años nos parecerá la cosa más natural del mundo y, es más, cuando no le veamos chupar el Presupuesto, pensaremos para nuestro coleto, mal va la cosa en el mundo de los dineros cuando la ministra no se atreve a chupar esta o aquélla transferencia presupuestaria. Y sólo ganaremos de nuevo tranquilidad y confianza, cuando la coja y le pegue un par de lametones.
Lo mismo es probable que nos pase cuando los sindicatos lleguen a un acuerdo sindical. Hasta ahora, los dirigentes empeñados en el mismo se limitaban a dar una conferencia de prensa, que es un género aburridísimo de puro sabido. A partir de ahora, llamarán a un fotógrafo y, ante él, chuparán el mentado acuerdo y los trabajadores y los empresarios todos quedarán encantados y se marcharán comentando la confianza y la tranquilidad que otorga un acuerdo sindical bien chupado.
Y así tantos otros ejemplos. Ya no será necesario que las escrituras públicas las firme el notario sino que bastará que la chupen el comprador y el vendedor. Esto será malo para los notarios (que, al contrario de los escritores, logran vivir de la escritura) pero para los ciudadanos normales puede resultar un alivio de elevada cuantía. Y el Gobierno chupará los decretos, la Iglesia chupará los sacramentos, el joven licenciado, su título, y el arquitecto, la casa construida; y así todos, chupando y chupando, descubriremos un nuevo sabor a este mundo, tan gastado.
¡A chupar!
Sr Sosa ( el apellido no le va nada ) como siempre muestra q el humor no es incompatible, ni mucho menos, con la crítica más acerada. Solo un pero, le falta calificar lo que hacen algunos de los chupones/as: chupar del bote.
Glorioso