Una Constitución militante

I

Se repite con cierta ligereza que la Constitución española «no es militante» en el sentido de que, por ser una «Constitución abierta», acoge con los brazos extendidos cualquier proyecto político. No habría tabúes, como los incorporados a otras constituciones. Discrepamos de esta idea: por el contrario, defendemos que nuestra Constitución es militante. “Abierta», sí, en determinados aspectos, pero (por suerte) firmemente militante en otros.

Su carácter «abierto» es fruto en buena medida de la generosidad de los consensos de la transición, una época bendita en la que no se había inventado el “no es no” sino que se practicaba cotidianamente la renuncia de los grupos representativos a sus planteamientos cuando ello venía exigido por una negociación para alcanzar una mejor concordia. Pero eso no significa que no haya en ella unos principios y una estructura indisponibles, unas vigas insustituibles, que no pueden tocarse sin contribuir a su quebranto. ¿No es militante la Constitución cuando su Preámbulo proclama que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”? La Constitución, al hacer estas afirmaciones en su frontispicio, anuncia su condición militante porque “apoya determinado proyecto” (DRAE), cabalmente el del sistema político expresivamente definido en ese texto.

Y esta tesis es la que debemos defender, sin ambigüedades, quienes en su contenido creemos y no aceptamos que se haga con él saldo o remate. Solo las organizaciones políticas que descreen de ella, que la intentan minar a diario – de las que hay larga muestra en las Cortes y desgraciadamente en el Gobierno o apoyándolo- pueden apuntarse a la tesis del carácter “no militante” de nuestra Constitución. Y lo hacen con tanta perfidia como gozo.

Nosotros, por el contrario, debemos insistir en que la Constitución milita cuando, por ejemplo, establece una tabla de derechos y deberes fundamentales. Pensemos en la abolición de la pena de muerte que implica que quien, involucrado en acciones terroristas, haya cometido un asesinato, como autor, cooperador o cómplice, debe ser expulsado del sistema político representativo. Del mismo modo en nuestra Constitución está anclado el principio de presunción de inocencia y anclar quiere decir “aferrarse tenazmente a una idea o actitud” (DRAE). Y así podríamos seguir con una retahíla extraída de su Título I.

Igualmente la Constitución milita cuando exige respetar la división de poderes o cuando declara la inviolabilidad de diputados y senadores dentro del ejercicio de sus funciones para que puedan desempeñarlas con libertad. O cuando proclama la independencia judicial o la protección de las costas, las playas o los bienes comunales.

Si no fuera suficiente, todo ello se ha visto reforzado por nuestra incorporación a la Unión Europea. Porque también la Europa de los Tratados es militante al hospedar los valores del pluralismo, no discriminación, tolerancia, justicia, solidaridad… En su bandera lucen estrellas como la Carta europea de derechos fundamentales, vinculante en España, que, entre otras exigencias, patrocina la libertad de pensamiento, conciencia y religión, asegura la de empresa y la propiedad o garantiza “el derecho de los padres a la educación y enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas”.

II

Son quienes ignoran que nuestra Constitución alberga principios y procedimientos precisamente militantes, quienes permiten los atropellos que a diario cometen el Gobierno y sus socios. Uno de los firmantes de este artículo ha contribuido a enumerarlos en el libro colectivo, propiciado por el Colegio libre de eméritos, titulado “España, democracia menguante”. Hagamos recuento de algunos de ellos.

La degradación normativa: leyes que han surgido de iniciativas parlamentarias con el fin de evitar preceptivos informes jurídicos y que alcanzan, en un soplo, la publicación en el Boletín Oficial omitiendo una suficiente deliberación parlamentaria. Como luego se comprueban sus efectos nocivos (por ejemplo, cientos de rebajas de penas), es necesario modificarlas con la misma o parecida imprudencia. O proyectos, como el de la función pública, que incluye la posibilidad de que, durante unos meses, el Gobierno haga y deshaga en cuerpos, escalas y puestos, lo que está reservado a la ley (por cierto en otro de sus principios militantes, artículo 103. 2).

Todo ello en unas Cortes donde sus Presidencias más parecen atender a los dictados del Gobierno que a su verdadera función constitucional. Y donde los diputados y senadores han de seguir la indicación de apretar un botón al votar, a riesgo de ser multados, contradiciendo la prohibición militante del mandato imperativo. Item más: acuerdos del Congreso declarando la «urgencia» de alguna tramitación (el caso vergonzoso de las ayudas a los afectados por la ELA o decenas de decretos-leyes) que luego, gracias a sucesivas y descaradas prórrogas del trámite de enmiendas, se pasan meses y meses sin que nadie las despabile.

¿Más ejemplos? Nombramientos para cargos constitucionales delicados a favor de personas que se hallan políticamente contaminadas por las funciones que han asumido con anterioridad (Fiscal General del Estado y Magistrados constitucionales). O procediendo al nombramiento de la dirección de RTVE sin participación de los grupos parlamentarios, lo que en aplicación del militante artículo 20 fue declarado inconstitucional.

Si no abandonamos la senda de los desmanes, anotaremos la creación, para beneficiar a una Comunidad autónoma que había vivido un golpe de Estado organizado por sus autoridades, una “mesa de diálogo sobre todas las propuestas presentadas” con “libertad de contenidos” sin más límites “que el respeto a los instrumentos y principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático”. Aquí se ve con transparencia cómo la Constitución es, para quienes firman ese pacto infame, un papelucho sin unos preceptos que merezcan ser tomados en serio. Justo lo contrario es lo que sostenemos quienes defendemos su carácter militante, a favor del modelo de Estado de Derecho del que hablan el Preámbulo y el artículo 1.

Avanzando por ese camino nuestra vista quedará herida al contemplar la clamorosa inejecución de sentencias para garantizar la enseñanza del castellano en Cataluña haciendo mangas y capirotes con el principio militante de la Constitución que atribuye a los jueces la potestad de juzgar y de hacer ejecutar lo juzgado (artículo 117. 3).

En fin, porque la desconsideración al orden constitucional es tan continua, preciso es crear barricadas argumentales para defenderse. Evoquemos lo ocurrido con la fórmula de acatamiento de la Constitución, deformada con desvergüenza con el fin de significarse con florituras disparatadas. Pregúntense los presidentes del Congreso y del Senado cómo reaccionarían si a algún diputado o senador se le ocurriera, a la hora de tomar posesión, invocar las Leyes Fundamentales de la dictadura franquista expresamente derogadas por la militante cláusula derogatoria de la Constitución.

Podríamos seguir la letanía … Es – creemos- suficiente lo expuesto para que tengamos constancia de que defender el carácter no militante de la Constitución de 1978 poco favor le hace justo cuando más necesitada se halla de asistencias y ayudas como consecuencia de las pedradas que a diario recibe y no desde apostaderos de forajidos sino desde el corazón mismo de las instituciones del Estado.

Se impone sostener lo contrario, a saber, que la Constitución acoge ingredientes indispensables (militantes) para mantener en pie el Estado de Derecho liberal, social y democrático que estamos obligados a proteger porque enfrente se hallan quienes, a la larga o a la corta, pretenden instaurar un Estado totalitario o corporativo y/o una España fragmentada.

FRANCISCO SOSA WAGNER y MERCEDES FUERTES

Publicado en el periódico El Mundo el día 26 de mayo de 2023.

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Corte de mangas

A pesar de todo no estamos contentos los españoles. Es verdad que hemos derogado las leyes biológicas por su pertinaz naturaleza de incordio. Y de aburrimiento. Que un ser humano tuviera que pasar toda la vida ejerciendo de varón sin poder probar las mieles de la condición femenina o viceversa, ha sido un castigo que hemos sobrellevado porque somos sufridores y algo serviles. Pero se convendrá conmigo que tanta inflexibilidad a lo largo de los años nos ha producido empacho, el tedium vitae de los antiguos.

Pedro Pablo, empleado en el Servicio de Aguas del Ayuntamiento, ha pasado a ser Irene Yolanda con la ventaja de que le han reconocido los trienios ganados en su anterior condición.

¿Qué nos falta? Avanzar, perseverar, progresar pues de Progreso y Progresismo va el asunto.

Para ello tenemos una magnífica partitura en las Metamorfosis de Ovidio donde el poeta juega con alteraciones fastuosas entre lo humano y lo vegetal y mineral, donde conviven seres que transitan entre la carne, la planta, la piedra … El cuerpo de esa mujer que se transforma en roca “la brisa no mueve sus cabellos, en su cara hay un color exangüe, sus ojos están inmóviles en sus sombrías mejillas …” así se expresa el poeta cuya emotiva descripción paladeamos. 

Es – adviértase- el triunfo de la audacia, de lo ardiente, de una naturalidad desenfadada, libre ya de las cicatrices de las rutinas. O, si se prefiere, la victoria de lo híbrido, lo mismo que ha ocurrido en el mundo automovilístico.

Pues bien, preciso es no dejarse amilanar y avistar y conquistar nuevos territorios.

¿Qué tal si nos atrevemos ahora con la geografía, yerta como está en sus ingredientes mudos, estáticos, inmutables? Ese Tajo que sueña con ser Ebro ¿por qué encadenarlo a un pasado del que ya, por fatiga de siglos, reniega? Facilitemos el tránsito, escribamos un nuevo futuro para ese río, preñado de lances históricos pero siempre pasando por Toledo como tiranizado por una condena inflexible y montaraz.

¿Y la gramática? ¿no está entumecida incluso con los reconstituyentes que le administra la Academia? ¿no tiene aspecto de viejuna, de heredera remota de un Nebrija que fue a todas luces un carca? ¿votó alguna vez Nebrija a un partido de progreso?

El adjetivo, por ejemplo, se inquieta, se remueve en su sosiego normativo y exclama:

– ¡Quiero ser sustantivo!

Y lo mismo decimos de los verbos, los adverbios, a rastras con sus trayectorias siempre iguales, con su gravedad de enfermos del mal de piedra.

Ha sonado la hora del atrevimiento, de los encantamientos, de hacer un corte de mangas a un pasado caduco. A un pasado estragado.

Y para que todas estas luces brillen cuanto antes, olvidemos trámites lentos y perezosos.

Se impone la pronta creación de una “aplicación”: una “App” para darle la vuelta a la geografía, a la gramática, a la geometría y así seguido hasta liberarnos de las esclavitudes impuestas por las maléficas fuerzas conservadoras que son como cipreses, aparentemente fuertes pero carentes de frutos.

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La comedia griega como solución

Para orientarnos en el presente es indispensable volver la mirada a los clásicos, a los ingenios antiguos donde encontraremos el campo florido de las ocurrencias afortunadas y el suave perfume del donaire.

¿Cómo no se le ha ocurrido a nadie? ¿Cómo andamos tan ciegos? Todo el día pasan comentaristas y contertulios dándole vueltas a los efectos devastadores que causan algunos políticos cuyo único mejunje intelectual es azuzar el enfrentamiento entre los españoles. Todo lo que les falta de conocimientos les sobra de miserable indignidad, de donde la necesidad de mantener siempre encendida la llama votiva de la bandería.

Y, sin embargo, ay, sin embargo … el hecho de haber sustituido los estudios serios – las lenguas clásicas, verbigratia- por los cursos para influencers hace que se desconozcan hitos de la literatura del pasado donde se encierran las claves del presente.

Pues bien, la fuente Castalia – de donde brota el agua de la fantasía creativa-  hoy está en la obra de autores enterrados con gruesas paletadas de analfabetismo por quienes mangonean el sistema educativo. De ahí que prácticamente nadie conozca la obra de Aristófanes.

Porque si se la frecuentara – de la mano de sabios como don Francisco Rodriguez Adrados- se llegaría a la comedia Lisístrata. Y, si la leyéramos, disfrutaríamos con esas mujeres que la pueblan y que deciden interrumpir las relaciones sexuales con sus parejas hasta que estos pongan fin a la guerra.

Dice Lisístrata: “pues bien, debemos abstenernos del cipote. ¿por qué volvéis los ojos? ¿dónde váis? Vosotras ¿por qué chistáis y fruncís las cejas? ¿por qué se os ha mudado la color? ¿Por que os corren las lágrimas? ¿Lo váis a hacer o no lo váis a hacer? ¿Por qué calláis?”.

Y añade: “si nos quedáramos en casa bien pintadas y nos paseáramos desnudas en nuestras camisetas transparentes, con el triángulo depilado, y los hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos dejáramos, harían la paz enseguida, lo sé bien”.

El efecto fue fulminante: los laconios – recuerde el lector las guerras del Peloponeso- no pudieron resistir el empinamiento que sufrían como fruto de la huelga de vulvas cerradas y secas y, sin arriar bandera, es decir, en plena verriondez, accedieron a negociar. Lisístrata hace de negociadora entre ellos y los atenienses y la paz se alcanza, se reconcilian hombres y mujeres, cantan, danzan y se echan unos polvos entre desmesurados y dionisíacos.

Ahora traslademos esta magnífica estrategia del pasado al presente. Ya sé que ahora no hay guerra en España porque, en el lugar donde nuestros abuelos y bisabuelos llevaban la pistola, ahora llevamos el móvil y los dos objetos son incompatibles.

Pero contamos con la guerra por otras vías que es esa escaramuza para lerdos de las derechas y las izquierdas, de la pelea entre machistas arriscados y feministas dulces, de empoderados contra desapoderados (o como se diga), de transversales contra diagonales, en fin, de idiotas contra estúpidos. 

La solución es clara a poco que las mujeres quieran colaborar en la pacificación de España. Declaren – como en la obra de Aristófanes- la huelga de las caricias íntimas, de los revolcones feroces, de los coitos opulentos … dispongan sus armas que son cabalmente la frigidez y el estiaje de las zonas húmedas, conviertan sus ardores naturales en una nevera. Hasta que los caballeros depongan su beligerancia.

Que es – todos lo sabemos- una beligerancia de pacotilla, de papel pintado, exclusivamente destinada a mantener sueldos, cargos, falcones, coches oficiales, prebendas y gastos reservados.

¿No restauraríamos así una convivencia dañada por el egoísmo irresponsable de unos cuantos perillanes?

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La nada y el crimen

Triunfa lo blando, lo inconsistente, lo gelatinoso y lo lenitivo, … hoy las pocas ideas que se escuchan son maleables, blanduchas, se cimbrean como dibujando un baile trivial, no hay en ellas forma ni color ni calidad sino matices indefinidos de lo grisáceo y lo esponjoso.

– ¿No existe entonces firmeza ni nociones sólidas?  – me pregunta ese ingenuo que llevo siempre cerca.

– No, amigo, hoy se está abriendo camino la ternura y así, en lugar de enhebrar razonamientos, se lanzan besos, se agita la emotividad.

La sensiblería se adueña del panorama y la severidad se descarta. Ya no se lleva la gravedad del raciocinio, la entereza argumental, la solemnidad conceptual …

– ¿Quiere usted decir que triunfa el chisgarabís?

– Exacto, querido, es una buena palabra, tiene además la ventaja de que vale para el hombre y para la mujer.

Vence el chiquilicuatro / a, dueño del chisme que expande noticias y hace afirmaciones  solo para indisponer a unas personas contra otras o para zaherir a un tercero ausente. Cuando se carece de caletre y de un discurso aquilatado, la salida es el enredo, el recurso a la patraña, el comadreo se hace soberano y desplaza a la razón, a los buenos decires y a la expresión depurada.

– Entendido, quiere usted decir que nos rodea lo elástico, lo flexible.

– Siempre que sea dañino y perjudicial para el adversario. En la publicidad comercial, al fabricante le está permitido alabar sin mesura su producto pero tiene prohibido descalificar el del competidor en el mercado: el de la Poca-cola dice que su bebida tiene burbujas adorables, que hace cosquillas sensuales, todo aquello que entienda apto para captar al cliente. Pero no puede proclamar, sin ser sancionado, que la Pili-cola produce varices o llagas en la boca.

Pues – continué ante la atención respetuosa de mi amigo- esto es lo que ocurre en el mercado electoral, nido de prejuicios, de utopías de cartón mojado, de argumentarios, de especies envenenadas.

Y añadí:

– No hay nociones, hay impresiones, ocurrencias, nieve de ayer, derretida y llena de barro.

Para concluir:

– Miopes a la hora de especular; delincuentes, forajidos, a la hora de actuar.

– ¿Quiere decir que hay un matrimonio entre el parlanchín o parlanchina de la nadería y el poco respeto al Código penal?

– Eso es lo que quiero decir: toda esta dulzura y flacidez nada sería si no estuviera aliada al ejercicio de la piratería que, en lugar de practicar el abordaje en alta mar, como hacen los piratas tradicionales y bien educados, se apropia de las ideas más rastreras que encuentra a mano y las convierte en eslóganes emponzoñados …

– Disparados además como dardos amenazantes.

– Veo que va usted comprendiendo.

– Así que tome nota: la Nada profunda aliada al crimen dan como resultado la gran estafa, el gran sablazo a la convivencia civilizada.

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¿Alguien piensa en las generaciones futuras?

La pregunta que nos formulamos es la siguiente: en nuestro sistema político ¿quién enciende las luces largas a la hora de gestionar los grandes asuntos colectivos? ¿quién se ocupa de ver por encima de las bardas electorales? Es verdad que, en una “democracia menguante” como la española, los problemas lumínicos se acumulan pues en ella muchos estamos petrificados ante el pedrisco que está cayendo sobre las instituciones básicas del Estado (un pedrisco minuciosamente descrito en la obra colectiva “España, democracia menguante”, Colegio libre de eméritos, 2023). El espectáculo, verbigracia, de ver a ministros insultando a los magistrados del Tribunal Supremo, sin que el presidente del Gobierno los llame al orden o los cese, supera cualquier fantasía porque ¿alguien imagina a uno de esos magistrados ofendiendo de palabra a un ministro / a / e?

En la actual coyuntura se une, a la exuberancia de despropósitos, una insoportable ligereza poblada de arbitrariedades y de astucias de vuelo corto, de mañas, de truhanería barata. La frivolidad aliada a la calamidad.

De donde la pertinencia de la pregunta: ¿quién está encargado de practicar la mirada serena y desprejuiciada pensando en nuestros hijos y nietos? Hay instituciones, lo vamos a ver, pero ¿alguien les hace caso?

Se ha aprobado la reforma de las pensiones, por supuesto mediante un Decreto-ley. No han tardado en sonar las alarmas: la “Autoridad independiente de responsabilidad fiscal”, que tiene como misión evitar el descalabro de la Hacienda pública, ha señalado que empeora la sostenibilidad del sistema; Fedea, brújula certera, ha resaltado que disparará el gasto público y el déficit; el Departamento de análisis económico del BBVA, ha añadido que el instrumento introducido, bautizado como «equidad intergeneracional», supondrá en la práctica justo lo contrario. Funcas ha insistido, por su parte, en que esta modificación ni es suficiente ni equitativa y perjudicará a muchos jóvenes.

Todo se ha hecho de forma precipitada para conseguir la perla – como en los cuentos orientales- de los fondos europeos. Habremos de esperar al análisis de la Comisión pues, por el momento, no ha dado su definitivo aval.

Y, ya que acabamos de citar a los jóvenes, anotemos que, a quienes han festejado su mayoría de edad el año pasado o la celebrarán este año de elecciones, se les regala cuatrocientos euros para que disfruten de actividades culturales. Este bono, según las asociaciones de libreros y otras de diversas manifestaciones creativas, está encontrando numerosos obstáculos para su adecuada aplicación. Una cuantía que es el doble de la atribuida a las familias con menos recursos, de doscientos euros. También se ha rebajado el iva en la adquisición de algunos alimentos, lo que, según han analizado destacados institutos económicos (entre otros, y como ha publicado este periódico, EsadeEcPol), está beneficiando de manera preferente a las familias con rentas más altas.

Todos estos regalos, dádivas, bonos, ayudas, sembrados en el campo electoral para que florezcan en forma de votos agradecidos, al ser generalizados, aprovechan a quienes no siempre lo necesitan y originan desigualdades entre quienes de verdad padecen penuria. En todo caso, lo que sí están consiguiendo con gran puntería es inflar los globos de la deuda y del déficit público. Es decir, accionan sin descanso el manubrio del bodrio.

Porque, al observar los datos económicos que publica Eurostat, la situación financiera de España es de las más vulnerables en comparación a sus socios europeos. La deuda pública se ha incrementado en más de un 35% desde 2014 y, según el Banco de España, ha batido el record de 1,5 billones de euros en 2022 a la vez que alerta de su preocupante evolución.

El empeoramiento financiero tiene causas bien conocidas: las consecuencias de la pandemia, la extensión de la crisis económica… Todos los países europeos las han sufrido y todos hemos recibido el apoyo de la Unión: en la compra de vacunas, en la adquisición de material sanitario, también el del Banco central europeo … Es más, el Gobierno se ha negado a «deflactar», esto es, a realizar mínimas modificaciones en los tramos del impuesto de la renta con el fin de eliminar los efectos nocivos de la inflación. De ahí que la Hacienda Pública esté percibiendo un cuantioso regalo, unos millonarios ingresos imprevistos que, en lugar de emplearlos en reducir déficit o deuda pública, en lugar de destinarlos a la asistencia selectiva a aquellas familias más necesitadas, en lugar de atender a las carencias del sistema sanitario o mejorar la prestación de servicios públicos… se multiplican medidas de tufo perversamente electoral. Es la compra de votos, la democracia “de favores” como dicen los alemanes, que en el pasado se hacía con cargo al bolsillo de los políticos y hoy con cargo a una cuenta corriente tan silente y sufrida como anónima.

Desde Europa se nos dice que debemos frenar la carrera acelerada de estos dos caballos desbocados del déficit y la deuda. ¿A qué espera el Gobierno? ¿a que otro Gobierno se vea obligado a ello y se le pueda montar un zafarrancho callejero? Esta es la ausencia lastimosa de luces largas para vislumbrar escenarios futuros y a los concretos españoles de ese futuro con la que hemos abierto este artículo.

Una ausencia que se advierte en esta otra muestra de desatención a las generaciones venideras: nos referimos al acuerdo explícito que ha tomado este Gobierno en virtud del cual – lisa y llanamente- se ha desentendido de la gestión de los residuos radiactivos. Desde 1983 andamos, prisioneros del tiempo, a la búsqueda de un lugar donde depositarlos porque el Derecho de la Unión Europea establece que: “…cada Estado miembro debe asumir la obligación ética de evitar a las generaciones futuras cualquier carga indebida en relación con el combustible nuclear gastado y los residuos radiactivos, así como los residuos radiactivos que se derivarán previsiblemente del desmantelamiento de las instalaciones nucleares existentes…” (Directiva 2011/70, de 19 de julio).

Pues bien, a pesar de que desde hace años se estaban realizando ya unas obras para construir un almacén temporal, todo se ha paralizado con el anuncio del Gobierno de un Plan que da un giro radical pues apunta hacia otro horizonte: se construirá un nuevo almacén geológico profundo ¡en 2073! ¡Dentro de cincuenta años! ¿Y mientras tanto? Mientras tanto seguiremos pagando a Francia miles y miles de euros por dar albergue a antiguos desechos y las actuales centrales deberán asumir nuevas obras para almacenar sus residuos y, si pueden, nuestros nietos y bisnietos ya lo solucionarán, asistidos por su buena voluntad.

Somos bien conscientes de que este problema, el de la dificultad para atender y satisfacer necesidades futuras, que escapan de la mirada angosta que proyectan los ciclos electorales, está ligado a los sistemas democráticos, muchas veces denunciado por quienes son sus estudiosos.

Por todos, recordemos que, ya para Tocqueville, las frecuentes consultas electorales llevan a atender las necesidades de lo inmediato, la política de corto plazo, la política del presente siempre tiene prioridad frente a la de largo aliento.

Precisamente por ello, y porque esta carencia de las democracias se ha hecho demasiado descarada, es por lo que se ha incorporado la atención a las “generaciones futuras” en algunas normas constitucionales, como es el caso de Alemania tras el reformado artículo 20a de la Ley Fundamental que obliga al poder público a comprometerse ante ellas para asegurar “los fundamentos naturales de la vida y de los animales”.

En España, disponemos, lo hemos visto, entre instituciones independientes y privadas, de oráculos solventes. Falta ahora que alguien les preste atención porque el Gobierno, como tal, bastante tiene con vivir torturado entre el flujo y reflujo del “sí es sí”, el “no es no” y aquellas otras piruetas y galimatías que le impone su infatigable dedicación a la causa del Progreso.

(Publicado en El Mundo el 12 de abril de 2023)

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Clásicos de Derecho Público I. Biblioteca básica para estudiosos y curiosos

Como la niebla del tiempo difumina el pasado, se nos ha ocurrido iluminarlo dando a luz esta Colección de clásicos del Derecho público, de momento, con este volumen, dedicado a nuestros parientes remotos que escribieron y pensaron en Francia, en Alemania, en Austria y en Italia, conscientes de que lo hicieron para facilitarnos las cosas a quienes hemos venido detrás. Porque es frecuente encontrar en los libros jurídicos invocaciones a autores antiguos sin que conste de ellos otro dato que su apellido escueto, sin que sepamos ni cuál es su nacionalidad ni en qué momento de ese pasado neblinoso es obligado ubicarlos. La historia se convierte así en un laberinto, una referencia muda, ininteligible por cuanto se nos presenta en confusión y atropello de siglos y circunstancias. Tiene algo de prestidigitación metodológica ese proceder que tenemos los juristas.
Este libro ha sido escrito para, de una manera cómoda, contribuir a disolver nieblas.
Y para advertir cabalmente la forma en que nuestros maestros se enfrentaron a los grandes enigmas que son en buena medida nuestros enigmas y a los pequeños problemas que siguen siendo en la misma medida nuestros problemas.
Quienes quieran emprender la marcha por la selva jurídica sin apoyarse en el bastón que prestan estos guías, caerán en las afirmaciones más banales y corren el riesgo de ser juristas aptos solo para presentar «aplicaciones» en las ANECAs.
Precisamente por ahí le gustaría circular a este pequeño libro nuestro, modesto canon jurídico-público.

Primeras páginas

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Reino animal

Menos mal que ahora se aprueban leyes destinadas a aclarar las circunstancias en que se desenvuelve nuestra vida y a hacernos a todos beneméritos. Son un regalo rumboso pues que el poder público se ha aficionado a practicar la coquetería legislativa, contraria a la bazofia tradicional.

Porque antiguamente había el Código civil, el penal y la ley de la jurisdicción contencioso-administrativa. Pararruchas, el Código civil expresa el mundo machista y patriarcal, la dominación por la burguesía del proletariado y de los indefensos niños por sus odiosos padres. Del penal felizmente no quedan más que cuatro artículos descabellados a los que poco a poco les iremos bajando los humos y mandándolos al desván como hemos hecho con quienes dan golpes de Estado, vaya tontería castigar a un golpista si su intención es ahondar en la plurinacionalidad. También a los violadores y malversadores los hemos sacado de la cárcel con un caluroso apretón de manos y pidiéndoles perdón por las molestias ocasionadas. Y así seguido … hasta esa ley que he citado, la de la jurisdicción contencioso-administrativa, que ya solo su nombre espeluzna por lo que tiene de dragoniano y desapacible.

Hoy se lleva la ley del bienestar animal. Nos llena de obligaciones, claro que sí, pero benditas sean porque ya era hora de arrinconar la crueldad. El hámster va a contar con su registro de difuntos de manera que, cuando la tragedia se apodere de nuestro entorno y el pobre hámster muera, habrá que darle de baja en el registro de hámsteres acompañando el documento acreditativo por el que el veterinario ha certificado el fallecimiento del animal, como antes se certificaba el del abuelo. ¿Es menos un hámster que un abuelo? ¿Qué responde la derecha a esta pregunta, quid de todas las preguntas?

Pues ¿y el curso que deberemos aprobar para tener un perrito? Esta es una de las ideas más felices porque el tiempo que antes dedicábamos a hacer un curso de matemáticas o de gramática, ya innecesarios por decisión de la pedagogía del Progreso, ahora lo ocuparemos con el destinado al chihuahua. No hay más que ventajas porque esos conocimientos antiguos del bachillerato podían acabar trastornando las mentes y, lo que es peor, se corría el peligro de que cualquier vecino llegara a pensar por su cuenta. ¿Alguien se ha parado a considerar las desgracias que esta actitud de algunos ciudadanos – escapados de la bobería ambiental- acarrearía para la estabilidad de los avances del progreso y del orden público rectamente entendido?

¿Cómo hemos podido vivir hasta ahora sin advertir el riesgo que suponía la existencia de una tienda donde se vendiera un gato o un canario? ¿Cómo hemos podido ser tan brutos? ¿Cómo ha sido la humanidad tan inhumana?

La injusticia se ha diluido gracias a nuestro gobernante / a. Ya estábamos muchos impacientes por reparar el desaguisado moral que suponían esas tiendas y solo ahora, bajo el céfiro benéfico del Progreso racializado, ha desaparecido. Únicamente falta que se prohíban los centenares de locales con máquinas para jugar – desparramados por las ciudades- para ruina de los jóvenes y fortuna de los desaprensivos. Pero todo llegará. El Progreso multinacional tiene sus ritmos y por nada del mundo debemos alterarlo con urgencias desorbitadas.

Quitar a la oveja de un belén por navidades o un caballo de una cabalgata ¿no es un signo pleno de heroicidad? ¿no hemos liquidado así ese mundo oscuro de torturadores de caballos y ovejas?

Se prevé en fin que las casas donde convivan varios animales se registren como “núcleo zoológico”. Buen invento porque podríamos acabar con la familia, otra antigualla que viene de don Pelayo y de los innumerables energúmenos que le han sucedido. “Tengo derecho a descuento en el autobús por pertenecer a “núcleo zoológico numeroso” dirá el adquirente del bono.

Un peligro se apunta. ¿Y si a los españoles nos da por calificar al Gobierno en pleno que tales leyes alumbra de “núcleo zoológico? ¿No estremece imaginar que llegáramos a vivir ese frenesí faltón y concupiscente? ¿No estaríamos ante los últimos coletazos de la Historia, prontos a levantar su patíbulo?

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De los placeres y los días

Vivimos todavía en una época en la que los medios de comunicación nos aturden con noticias monótonas:

– Suben los precios en mercados y grandes superficies.

– Bajan los salarios en todos los sectores productivos.

– Se encarecen las hipotecas y aumentan las dificultades para la población joven.

– La Unión Europea en plena tensión por las oleadas de inmigrantes.

Y así sucesivamente. Son, como digo, mensajes atosigantes porque ni uno solo nos permite abandonarnos a modestos placeres o a una amable molicie.

Abrir un periódico o escuchar un noticiario se asemeja bastante, en estos últimos tiempos, al anuncio de la caída del reino de Babilonia, tal como se vivió en épocas tan bíblicas como remotas.

No hay pues descanso ante la algazara de avisos angustiosos, ni siquiera en los domingos y demás fiestas de guardar. Todo es desquiciamiento.

Oímos voces, ecos, aspavientos, con los sentidos en estado de alerta, atisbamos cercanías asesinadas por el dramatismo, por una peligrosidad que nos comprime el corazón, el bazo y la espina dorsal. Luchamos por la vida con tesón pero lo que nunca nos abandona es ese fondo de aguas turbias y de nidos subterráneos de serpientes, siempre al acecho.

Por eso muchos compatriotas se vuelven elegíacos, celíacos, cardíacos  y maníaticos, renunciando a informarse y optando por llevar una vida de ocultaciones como la del caracol.

Pues bien, a todos esos yo les digo que está amaneciendo, que se inaugura la gran avenida de la sorpresa.

El Gobierno ya no quiere amargarnos. El Gobierno quiere distraernos, llenar nuestras horas de asuntos regocijantes, coquetos y libertarios, plenos de ecos sicodélicos.

Tal es el anuncio de una ministra (o algo así) que nos anima a que practiquemos la masturbación (vulgo, pajas) en lugar de esa cosa tan antigua, tan vintage, tan patriarcal, tan autoritaria como es la penetración. ¡Pero qué chabacanería! ¡Cómo no se nos había ocurrido antes! Menos mal que este Gobierno, que ha puesto contra la pared a la Biología y le ha dado su merecido por reaccionaria (no hay nada más reaccionario que la Biología), nos ha recordado prácticas vaginales que teníamos por periclitadas y que, quien a ellas recurría, lo hacía en las penumbras conventuales o en esas oscuridades amenazantes color plomo.

Solo una población que está educada por frailes de trabuco y canana, que padece limitaciones de lecturas, puede practicar la penetración en vasija ajena en vez de entretenerse morosamente, con la delectatio de los clásicos,con sus órganos propios.

Se recupera ahora el satisfyer, el viejo consolador que ya conocieron las civilizaciones más arcaicas pero que ahora adquiere renovados y vibrátiles bríos.

En el orden del día del próximo Consejo de ministros, ministras y ministres ya están incorporadas las instrucciones para el uso progresista y empoderado de la lengua.

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Perros de caza

En muchas zonas del mundo el legado del comunismo de Marx y de Engels es objeto de estudio en seminarios y tesis doctorales pero la práctica política procura alejarse de sus postulados por inoportunos o por poco presentables.

¿Dónde queda la dictadura del proletariado? ¿Alguien en su sano juicio la reivindica? Ni siquiera a los proletarios se les ocurre andar por las calles, sudorosos y vocingleros, con una pancarta proclamando su dictadura como la fórmula salvadora de la patria en peligro. Y, si en tal actitud incurrieran, la carcajada sería épica, lírica, crítica y babilónica.

Lo mismo ocurre con la socialización de los medios de producción, defendida tan solo por sujetos aprovechados – que no aprovechables- cuyo designio es quedarse con los tales medios parra arruinar a todos menos a ellos mismos.

¿Alguien aspira a la sociedad sin clases? ¿Alguien ensalza el centralismo democrático, el leninismo, el maoísmo, las repúblicas populares, la extinción del Estado, el “hombre nuevo”, el partido único o el “gran salto adelante”? Quien lo hiciera, correría el riesgo de ser reducido por unos forzudos sanitarios y acabar sus días en un hospital poblado de napoleones, doncellas de Orleáns y papas de la Iglesia católica.

Todo esto ocurre por esos mundos. España se singulariza porque aún existen sujetos que defienden tales muestras de opulencia conceptual: ¿de boquilla o sinceramente? Yo quiero creer, por respeto hacia ellos, que lo hacen de verdad, con franqueza, como fruto del estudio de una historia que ellos se inventan. 

Lo que pasa es que saben que todo ello no se consigue de una vez ni en un fin de semana. Recuerdo una autoridad del franquismo a la que unos estudiantes revoltosos hicieron llegar su petición de que el Caudillo abandonara el Pardo y se exiliara. La digna autoridad se mostró comprensiva pero les puntualizó:

– De acuerdo, cursaré la demanda pero comprenderán que eso lleva sus trámites.

Pues eso es justamente lo que intuyen los defensores del legado rojo en su más sórdida rojez: que se necesitan trámites y que no va a ser fácil evacuarlos.

Esa es la razón por la que, de momento, se conforman con proteger a los perros de caza. Preciso es constatar la modestia de sus objetivos porque se convendrá conmigo que pasar de la dictadura del proletariado a la defensa de los perros de caza es un salto acrobático que muestra la prudencia en su más depurada manifestación.

Pero en ello estamos. Porque es el caso que han descubierto que el perro de caza es objeto de la más execrable explotación, también el ejemplo más expresivo de la lucha de clases representada por el cazador fiero y despiadado y el humilde perro que ha proclamado, ladrando y a su manera, el principio “de cada cual según sus capacidades a cada cual según sus necesidades”. La codicia del cazador es legendaria, la modestia del can es un ejemplo del asalariado a quien se le sacan las entrañas, un remanente a exterminar de la sociedad burguesa.

De ahí que se haya hecho bandera de su protección: horarios reglados y turnos rigurosos, salario “indexado”, derecho a la huelga, sindicación potente … Y para las hembras, días de parto, lactancia, postparto etc.

Todo esto de momento porque lo mejor vendrá cuando puedan ejercer el derecho de autodeterminación y el cambio de sexo. Veremos al galgo que quiere hacerse labrador o viceversa y al galgo galga y al labrador labradora. Lo mismo que tiene ahora garantizado ya el cazador en esta hora luminosa en la que el Progreso le está leyendo la cartilla a la Biología: ¿cómo se van a justificar los privilegios del cazador que es un vulgar depredador disfrazado de notario? 

El perro de caza como el fin de la historia, como la fase en la que ya no existirá un residuo pequeñoburgués que llevarse a la boca.

Publicado en: Blog, Soserías

Oxímoron y galimatías

El oxímoron ¿es contradicción como dice el Diccionario? Será así pero para mí la contradicción es vida, se trata de la rica complexio oppositorum que inspira la dialéctica y ha conformado la actuación de instituciones venerables como la Iglesia católica. Nada pues de descalificaciones.

Porque es de la contradicción de donde se extrae el jugo de la vida como de la vid sale el jugo sagrado que se convierte en vino. La contradicción es vibración, temblor de ideas, cimbreo del pensamiento, el blasón al cabo de nuestras debilidades … Caminamos por la vida entre contradicciones, acariciándolas, mostrándoles nuestra gratitud, cabalgándolas, solo los compatriotas muy minerales abominan de ellas.

Por eso es tan afortunada la expresión que el Gobierno ha puesto últimamente en circulación: la “agresión sin violencia”. Ha sido ya objeto de burlas  cuando debe serlo de estudio y respeto. Porque agresiones violentas ha habido miles desde la guerra de Troya para acá, por ello carecen de originalidad, nada ilustran y todo lo deslustran.

Sin embargo, cuando nos encontramos con una “agresión sin violencia” es como cuando encontramos el veneno aliviador, el volcán sosegado o la casa de lenocinio rebosante de jóvenes vírgenes. 

Ya contamos en España con el bachillerato sin exámenes, con la historia sin reyes, con trenes sin carriles y túneles sin trenes, con golpistas en la verbena del barrio y con lobos tiernos que hacen ascos a comerse un corderito.

También disfrutamos de perros mastines con horario de oficinista del Catastro en régimen de jornada continua y pronto tendremos truchas que, en lugar del jamón tradicional pero humillante, lucirán los colores y las insignias de algún colectivo maltratado. Hasta que se prohíba pescarlas, que ya va siendo hora.

Triunfa pues el oxímoron al que debe añadirse la polisémica polémica que se inicia con el “no es no” y llega al “sí es sí” pero que pronto quedará completada con el “sí es no” y el “no es sí”.

Y de nuevo habrá voces críticas que se cachondeen o que adviertan – con el dedo dogmático- que nos acercamos al precipicio del galimatías. O sea al lenguaje oscuro, confuso o desordenado.

Nada más lejos de la realidad. Se trata de entronizar la riqueza del oxímoron con la fertilidad del galimatías convirtiendo ambos, oxímoron y galimatías, en estandartes de la acción colectiva y pública.

Si aquellos revoltosos franceses de finales del siglo XVIII se hicieron célebres con esa bobada de la libertad, la igualdad y la fraternidad, nosotros, en esta hora imaginativa que estamos alumbrando, haremos pabellón del oxímoron y el galimatías.

Serán ambos bandera, la seña y la señal de la renovación inclusiva del mamotreto de la Historia que hemos inaugurado y cuyas páginas estamos escribiendo con la tinta de hechos cada vez más memorables. 

Así pues el oxímoron y el galimatías como ofrendas, como exvotos a colgar en el Templo de nuestra Cogobernanza. Que es empática, plural, solidaria, ecofeminista y de cultura memorial.  

Publicado en: Blog, Soserías
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