Esas voces críticas que siempre existen, incapaces de percibir los esfuerzos de nuestro presidente, andan poniéndole como no quieren dueñas porque ha aprobado muchos decretos leyes en estos cinco años. ¿Qué pretenden? ¿A qué viene este tiquismiquis? Pues ya lo anoto: a bobadas y escrúpulos democráticos … ¡Paparruchas!
Porque, sin embargo, no se han enterado de que ese mismo gobernante jamás ha aprobado un decreto-ley regulando la mentira. Y no lo ha hecho precisamente por dignidad, por respeto, porque no desea aprisionarla en los estrechos límites de la prosa legal, siempre tacaña e inexpresiva. Prefiere, por razones estéticas, que transite libre, sin ataduras, es decir, alegre y fecunda.
En puridad no podemos quejarnos pues tenemos gobernantes que son algo más que servidores del bien, son acróbatas, titiriteros, saltimbanquis y volatineros en el cultivo de esa maravillosa habilidad.
Que discurre por vericuetos prodigiosos pues los hay que practican la trola, otros se entrenan en la farsa, quién se ha hecho experto en la argucia, quién en la impostura … nada ha quedado al azar y, entre todos, nos obsequian burlas, patrañas, bolas, cuentos, disimulos, argucias … La riqueza es inextinguible y de ella se extraen los mejores logros.
Prima hermana de estas artes es el talento en diseñar chapuzas. Entre ellas, ha sido muy comentado el intento de castigar a los violadores como se merecen, y sin embargo los han sacado a la calle para disfrutar de las luces que emiten los grandes aciertos legislativos. Esto se ha conseguido gracias a la perseverancia, a una energía voluntariosa y ajena al desmayo.
Por el contrario, las palabras que empiezan a ser perseguidas son la sinceridad y la coherencia porque ya no cotizan, al ser propias de cobardes y retrógrados.
Así que los del gobierno tienen miedo a conducirse, en un descuido, con sinceridad o coherencia, negligencias que se pueden pagar caras en las ruedas de molino (antes, prensa) y en las declaraciones parlamentarias.
Por eso han dirigido un escrito a los sabios de la Real Academia para que las supriman del Diccionario pues temen que acaben contaminando y lo pongan todo perdido.
Expresarse de forma sincera o coherente, han argumentado, puede crear un cataclismo social y hacer enrojecer de vergüenza a quien propala tales aberraciones.
Para evitar riesgos, solicitan meter el Diccionario en el lavavajillas con un potente programa para limpiarlo de estas palabras abominables y, de paso, otras como franqueza, buena fe, lealtad …
Sobre todo esta última es muy perturbadora, tanto que se ha habilitado un crédito next generation a las empresas farmaceúticas para que inventen fármacos, pomadas, inyecciones, betabloqueantes, lo que haga falta con el fin de conjurar riesgos.
Y un complejo vitamínico para asegurar el ambiente letal de la deslealtad.
Te felicito por tu artículo, porque lo haces con gracia y verdad.
Me da pena constatar que todo es cierto y, tomando un sustantivo de lo que nos regalan: bola, siento decirte que tendremos » bolas por años», para lo que se ha nombrado hasta un ministro.
Felicito de nuevo tu sinceridad y valentía, algo que, como bien dices, no se lleva.