Votos como piedras

Siguen los hallazgos idiomáticos en las altas esferas de la política: ya estas Soserías se han ocupado de esas ricas imágenes que son “arrimar el hombro” y “hacer mear sangre” entre otras filigranas de la fecunda expresividad de nuestras élites.

Me temo que ahora, al poder utilizar varias lenguas, empezaremos a oír esta sutil forma de largar también en las lenguas reprimidas del Estado opresor y eso que saldremos todos ganando. Que las ganancias sean en alardes de majaderías es lo de menos, lo importante es que se multipliquen las aportaciones que a la cultura hace la España plural, diversa e intrínsecamente babieca.

Como fluyen las estrellas, las alamedas, las rosas y los amores perdidos en los poemas más celebrados, así también el lenguaje de discursos en las ruedas de prensa crece en espiral, formando el ideograma de la abundancia. Y ello aunque las tales ruedas de prensa se hayan convertido en ruedas de molino.

Hemos oído a un primate, conocido por gastar modales de reptil saurio: “buscaré los votos hasta debajo de las piedras”. Este es un logro aparentemente afortunado pero equívoco a poco que se le analice. Y ello porque, para llegar a lo que se halla debajo de las piedras, hay que enfrentarse a la piedra en su mismidad misma ya que, si se molesta uno en buscar debajo de ellas, no hay motivo para despreciar a la propia piedra en su inmutable esencia corpórea.

¿Quiere decir nuestro primate que le gusta el voto que recibe de una piedra, de esa sustancia mineral que se caracteriza por ser indiferente y compacta? ¿Está sugiriendo que quien le vota en puridad es compacto en sus pensares, denso en sus elucubraciones, machacón en sus decisiones, en definitiva, que tira a mazacote? Urge que aclare estas lógicas aprensiones.

Y luego está el gran problema: ¿qué hay debajo de las piedras? Me gustaría ser geólogo para saberlo. En rigor esta profesión siempre la he enviado porque son los únicos científicos capaces de saber cuál es el tipo de piedra que tienen sus semejantes por cabeza. Por tanto a ellos me remito para que nos aclaren qué es lo que en verdad existe debajo de las piedras.

Como ignorante que soy en ese ramo me figuro que debajo de las piedras hay otras piedras, hay excrementos, hay sedimentos variados, hay escorpiones y un sinfín de  arácnidos. La pregunta vuelve con la gravedad del eterno retorno filosófico ¿es que se busca el voto de un arácnido, de un excremento, de un escorpión? Porque, si así fuera, la licencia toma ya caracteres de insulto, de dicterio y de improperio. Urge de nuevo explicarse y pedir disculpas.

Podría ser también que debajo de las piedras se escondiera nada más y nada menos que el tiempo geológico, que ellas guardan con muda modestia. El tiempo geológico es inmenso porque está al resguardo de las tretas de la muerte, es una reliquia, un amuleto.

O un fósil. Y aquí quería llegar. Porque debajo de las piedras imagino que algunas veces también se encontrarán fósiles. ¿Es que el voto que busca nuestro primate lo considera un fósil, una supervivencia de un tiempo pretérito, una inscripción borrada en un viejo palimpsesto?

Esto ya no sería un insulto, sería una embestida despiadada. ¿Se lo perdonarán los votos silentes, perdón, los fósiles?

Todo parece indicar que la facundia a la hora de hablar o de buscar votos engendra inesperados cepos.

(Publicada en La Nueva España).

Publicado en: Blog, Soserías

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