De nuevo un concepto manejado por los medios de comunicación obliga a ser tratado en estas Soserías para explicarlo adecuadamente y liberarlo de las interpretaciones sesgadas que impone la lucha partidaria. Así se ha podido aclarar, en las pasadas semanas, el “progreso” y la “nación” de manera que ya no caben equívocos en torno a ellos.
Hoy toca el de “mesa”. Es raro el informativo que no hable del interés de esta o aquella formación política por constituir una “mesa” como instrumento indispensable para construir “espacios de consenso”. Se confía mucho en la “mesa”, tanto que parece ser el talismán para formar nada menos que ¡el gobierno de España!
Los periodistas especulan con la identidad de las personas que forman parte de la “mesa” así como sobre el contenido de las conversaciones, lamentándose de que al final todo quede resumido en un escueto comunicado que a todos sabe a poco.
De nuevo el enfoque es erróneo y parece mentira que un jubilado cuitado como soy yo se vea obligado a explicar lo que otros deberían hacer.
Nadie ha reparado en los participantes de la mesa que están actuando en representación de dos partidos políticos. Pues bien, ahí se halla la clave: hay, en torno a ella, así de corrido y puede ser que se me olvide alguno, un valenciano, una asturiana y dos catalanes, uno de ellos de origen andaluz.
Piense el lector con la mano en el corazón ¿de qué pueden estar hablando estos personajes cuando se hallan en torno a una mesa? Pues de comidas, de recetas de platos de sus respectivas regiones, de “asuntos de la bucólica” como decía Cervantes.
Esto es lo lógico si aceptamos que son personas bien constituidas anímicamente, personas cabales que saben distinguir lo importante de lo superfluo, lo meritorio de lo chabacano. Si fueran unos pelmazos (as) o individuos (as) carcomidos (as) por pensamientos (as) obtusos (as) hablarían de autodeterminación, de la épica nacional, de la amnistía, de la república …
No tenemos derecho a suponerles extravíos tan consistentes y perturbadores.
Toda duda debe ser desalojada: hablan del “derecho a decidir”, a decidir qué es lo que van a comer aprovechando la existencia de la mesa a la que ya están sentados y la variedad de las procedencias geográficas de los reunidos. Repárese que solo faltan los platos, los cubiertos y las viandas.
Y ahí la ilusión se dispara. Por lo menos a mí se me dispara.
Imagino al valenciano explicando cómo se logra el arroz seco de la paella donde cada grano cuenta con su “hecho diferencial”, el toque de verduras, de garrofó, la cantidad exacta de pollo y de conejo, los caracoles, el arroz socarrat del fondo … Los presentes se afanarán por tomar nota de las indicaciones sobre los tiempos y distraerán la espera con unas almendras fritas o una sepia a la plancha que, cuando es de calidad, resulta suntuosa y sustanciosa.
Pues ¿y la asturiana? No podrá dejar de desgranar el secreto de una fabada, el mimo con que se debe tratar la alubia, los adecuados ingredientes del compango, de nuevo el tiempo a emplear para que todo quede ligado, rimado y eterno. Despúes pasará al arroz con leche, estrofa armónica del más logrado poema de los postres.
Los catalanes evocarán el suquet de peix, el bacalao con sanfaina, la escalivada, los caracoles a la llauna, sin olvidar los embutidos, los rovellones en temporada, el ejemplar de caza, faisandé, en su punto… Y quien tiene origen andaluz desvelará los misterios de la fritura del pescado.
Todo ello presidido por esos dioses inmortales que son la temperatura adecuada, la gracia de las especias, el olor a tierra o a mar, regazos ambos de un mundo tan cabalístico como glorioso.
Nadie debe pues desconfiar de estos políticos que ya están en torno a una mesa y que aspiran a constituir otras mesas. Porque sabrán engrasar el buen gusto, las sensaciones musicales – orfeónicas- del paladar y con ellas esa nostalgia bonachona desde la que se llega a los calambres de la satisfacción y de la sorpresa. Es decir, al “derecho a decidir” … sobre lo esencial del arte culinario.
Querido Paco, estaba yo con la mosca tras la oreja con esto de la mesa de claudicación, cuando has escrito esta pedagógica SOSERÍA
Y ahora ya se cual es nuestro papel en estas fechas. Sentarnos a la mesa como los pobres de navidad! Eres genial. Un abrazo