¿Es el hacha un arma reprobable?

Realmente, a veces, los periodistas, a los que tanto admiro, están en la higuera o escriben como desde otro mundo, como si no conocieran las verdades esenciales de la sociedad en la que vivimos.

Resulta que se difunde como noticia el hecho de que «un matrimonio se disputa el mando a distancia del televisor con un hacha y un cuchillo». Es decir, que a la hora de la selección del programa (la telenovela, el partido de balompié, el concurso…), como quiera que no existiera acuerdo entre los integrantes de aquella bien constituida familia, el marido, que era quien se encontraba en posesión del artilugio, defendió su preeminencia y sus gustos televisivos blandiendo con energía un hacha, que es como desde el neolítico (que por eso precisamente se llama edad de la piedra pulimentada) se han defendido siempre las causas justas y serias, o sea, aquéllas que han tenido mayor consistencia, mayor empaque y una más altiva dignidad. Y es que un hacha bien enarbolada acalla muchos escrúpulos y ablanda muchas aparentes convicciones, además de poner seriedad y contundencia en las negociaciones que se entablan. Es un hecho cierto e históricamente documentado que, con un hacha cerca, se va al grano y no se pierde el tiempo en inútiles digresiones.

Ahora bien, la mujer, para tratar de igualar sus fuerzas, tomó de la cocina un cuchillo con la pretensión de hendirlo entre las costillas que a más a mano se le pusieran de su amado marido y recuperar así el mando a distancia, lo que le permitiría ver el emocionante concurso en lugar del partido de balompié del que sospechaba iba a ser exactamente igual que los muchos que ya había tenido ocasión de ver a lo largo de su vida. Claro es que un cuchillo no tiene la misma fuerza de persuadir que un hacha, aunque hay cuchillos que, por su tamaño, por su conformación especialmente ofensiva o por la habilidad que se pone en su manejo, logran con eficacia aplacar muchos empecinamientos injustificados. Pero no hay comparación posible con el hacha y me imagino, aunque la noticia no lo relata con exactitud, que el triunfador en el gallardo combate sería el marido y al fin se vería, ya en la armonía de la matrimonial placidez, el encuentro deportivo. Eso sí, a lo largo de la emisión, allí seguiría el hacha bien a mano, plácidamente fulgente, como inminente instrumento de disuasión.

A cualquier persona, tal comportamiento en el seno de una honrada (y vulgar) familia española, le parece lo más normal y yo desde luego jamás la hubiera dado como noticia. Por eso, sorprende que un periodista le otorgue tal dignidad y la meta en los circuitos de las agencias de prensa.

Porque el «mando» a distancia no se llama así por casualidad, sino precisamente porque «mando» equivale a autoridad, a poder, a potestad superior. Ahora bien, en la actual sociedad, son muy poquitos los afortunados que disponen de él habiendo quedado el mando, en la inmensa mayoría de los españoles, contraído a ese pequeño artilugio que en la vida doméstica te permite mandar a paseo a Trump o al señor que lee las noticias. O a subirles la voz o a bajársela hasta verles accionar de una manera cómica, sin oírles, lo que nos permite imaginar las más fantásticas afirmaciones o disparates y así, de esta inocente forma, queda consumada la pequeña, la única venganza que nos está permitida contra tanto pelmazo prepotente como nos rodea.

Es bien cierto que al señor del hacha le hubiera gustado mucho más poder disponer del botón que le permitiera fijar el interés de su hipoteca o el precio de los libros de su hijo y no digamos lo que hubiera dado ese hombre por poder atizar con el hacha al constructor de su vivienda de goteras y chapuzas o por entender el recibo de la luz o por saber la razón de la subida de la gasolina o del tabaco… Pero nada de eso es posible en la actual sociedad democrática y, por eso, esa misma sociedad ha ideado el «mando» a distancia: para crear la ilusión del poder, como una limosna del mismo, como una caridad que se hace con el menesteroso. El «mando» a distancia es el óbolo que se entrega para crear la apariencia del poder. Es un juguete con el que el adulto se entretiene y se distrae y así, mientras le da al «mando», se deja mandar con contundencia y sin rechistar.

Incluso la antigua autoridad en el seno de la familia ha quedado pulverizada, abatidas como han sido las relaciones tradicionales entre padres e hijos: hoy en una casa es lo mismo el ascendiente que el descendiente y, si se me apura, el consanguíneo que el agnaticio. En estas condiciones ¿extraña a alguien que el único poder superviviente sea el de seleccionar el programa de televisión? Y, si ese poder se ejerce con el «mando» a distancia, quien lo posee, es bien lógico que lo defienda con el hacha o con el cuchillo de afiladas intenciones. Estaría bonito que si a los gobernantes se les permite proteger sus pertenencias con aviones, bombas y cañones, nos fuéramos a poner melindres con un pobre señor que, para vindicar su único poderío, echa mano del arma categórica, doméstica y tibia del hacha.

 

 

Publicado en: Blog, Soserías
Un comentario sobre “¿Es el hacha un arma reprobable?
  1. José Manuel Martínez Fdez dice:

    Sin duda debe ser un elemento de trascendencia incomparable el mando a distancia, si precisa ser defendida su posesión con argumentos tan contundentes y acerados!

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