Nos tiene deslumbrados el avance de la informática, de los bits, del software y del hardware, que son enigmas, acaso seres mágicos llegados a este siglo cabalgando en su escoba de misterio, y no nos damos cuenta de que el verdadero salto adelante se está produciendo en la pista de baile donde empieza a ser difícil encontrar rastros de los viejos ritmos.
Es en las discotecas americanas e inglesas donde tiene lugar la revolución, es allí donde se está gestando el nuevo mundo de la comunicación musical y danzarina, donde se toma la Bastilla en que se hallaban aherrojadas las antiguallas de las músicas de los últimos decenios y se libera al cuerpo de rigideces y de ñoñerías.
(Ay, con lo que me costó a mí moverme torpemente al ritmo del twist! Hace algún tiempo, cuando intenté informarme acerca de lo que era el tecno-pop y el rap, un joven amigo me dio una tan complicada explicación que no logré entender de su discurso más que las conjunciones. Me pasó como a Lorca cuando oyó aquella salva rubeniana de «que púberes canéforas te ofrenden el acanto» que dijo no haber entendido sino el «que».
Parecida experiencia tuve con el bakalao y la makina que se escriben con k porque la k se ha convertido en letra revolucionaria, de protesta, letra de combate y de guerrilla, de tal suerte que hoy a nadie se le ocurriría echarse al monte sin las suficientes provisiones de kas (la letra, no el consolador refresco) en el macuto. Claro que no es de extrañar porque esta letra nunca ha sido tan modosita como parecía, colocada entre la j y la l, que parecía no haber roto nunca un plato; en rigor, la k ha servido siempre para meter en el idioma palabras que han entrado de contrabando como kermés y kindergarten o abriéndose paso entre golpes como karate. O sea, que de casta le viene al galgo.
Makina y bakalao son, al parecer, inventos españoles, las aportaciones más consistentes que nuestro genio ha hecho al mundo de la danza moderna como, en otro orden de cosas, son el botijo, el programa «un, dos, tres» y la encuesta electoral equivocada. De modo que nuestra inventiva no conoce descanso y cuando todo hacía pensar que los programas de investigación y desarrollo del Ministerio de Educación constituían un rotundo fracaso, alumbramos la makina y el bakalao y con ellos reconquistamos el aprecio y la consideración de los otros pueblos europeos. Mis preferencias, no obstante, siguen estando a favor de fórmulas tradicionales, es decir, del bacalao con c, y al pil-pil, pero yo soy un caduco irrecuperable.
Pese a mis fracasos en este mundo de los nuevos ritmos, no he abandonado mis ansias de aprender y de estar al día, y así he indagado acerca del «jungle» y del «trip hop», del «house» y del «eurobeat». Es quizás algo complicado pero merece la pena saber distinguir. El «trip hop» es una mezcla de «hip hop» y de «dub» con efectos «tecno», eso sí. Cuando el «hip hop» se hace antiguo, nace el «jungle» que agrega ya lo «rave» y lo «ragga», lo que le da otro aire, mas futurista y consistente, de vanguardia. Otra cosa bien distinta es el «house», palabra entrañable y familiar hasta ahora, pero que hoy designa el resultado de la coyunda habida entre lo «tecno» y el «disco soul» y que, a su vez, tiene como hermanos al «handbag», al «underground garage» y a ese locuelo incontrolable que es el «jazz house», que tiene la desfachatez de apropiarse del nombre respetable del jazz pero sólo como una muestra de lo desatentado que es su espíritu irreverente e iconoclasta. En fin, en medio de todo ello, el «eurobeat», que parecía que iba a comerse al mundo, ha quedado como el pariente pobre, un sonido «motown» pero anticuado y rancio que, a poco que se descuide, se acabará oyendo y bailando en las casas regionales.
Este es el futuro, es ya el presente de la danza. El esfuerzo que en España se está haciendo para estar al día, es realmente notable. Hay cursillos para disc-jockeys que se imparten por correspondencia, por CD-Rom … y hasta las discotecas de los pueblos más pequeños llegan testimonios de lo último y más moderno. Hay incluso lugares que no disponen de una biblioteca, en los que sus habitantes son capaces de sacrificarse y no leer un libro con tal de poder disponer de las últimas novedades discográficas. Se percibirá así la magnitud de nuestro empeño por estar en la Europa convergente y eurounitaria con un mínimo de sentido de la modernidad.
Y todo ello es tanto más admirable cuanto que en la España de las autonomías, de los hechos diferenciales, de las nacionalidades históricas, de las regiones que son nación, de las naciones que fueron región, de las lenguas con gramática inventada y de las gramáticas sin lengua, lo que realmente nos pide el cuerpo es bailar el aurresku, la jota, la sardana, la danza prima o el pericote. )No es llegado el momento de acomodar a nuestro medio los avances y crear la tecnojota, el electronicpericote y la sardana ambient? La inminente reforma de los Estatutos de Autonomía puede ser la ocasión pintiparada para acometer esta empresa, histórica y diferencial.
No se si ese esfuerzo por conocer los bailes modernos de orígenes sajones te va a permitir participar en cualquier verbena veraniega de pueblo, o incluso estar al día en los 40 Principales, donde los ritmos latinos se imponen, eso sí, muy despacito, a ritmo de regeton lento y de kizomba, que deja casi monjil en roces a la ochentera Lambada….
Un abrazo