¿Hablan hoy las gentes más o menos que las generaciones pasadas? Esta es la pregunta que hoy circula por la sociedad y que debemos responder pensando en la conversación que mantienen dos o más protagonistas.
Porque existe también el monólogo que parece una tabarra a primera vista pero que no lo es siempre pues conoce múltiples variantes, algunas entrañables, y otras en efecto cargantes. Entre las primeras se halla la del individuo «que habla solo», ese sujeto al que vemos por la calle gesticulando y dándose a sí mismo razones poderosísimas para adoptar tal o cual resolución o argumentando con firmeza en contra de los razonamientos de un ser ausente. Nunca he entendido por qué se tiene a quien así se conduce por mochales cuando se trata de una persona que no tiene con quién compartir sus cogitaciones viéndose obligado a hacerlo con un ser que su imaginación evoca. ¿Qué tiene esto de extravagante? A mi juicio, nada, mientras la Seguridad social no proporcione interlocutores a quienes los necesiten en lugar de dañinos fármacos.
Hay en la literatura monólogos hermosos y así de memoria me vienen a la cabeza el «de una mujer fría» de Manuel Halcón (gran halcón este Halcón, dedicado a la caza de la buena palabra), el de las «cinco horas con Mario» de Miguel Delibes, o los «tres monólogos y uno solo verdadero» de Max Aub, donde hay uno que se llama «del Papa». Como se ve el monólogo puede ser glorioso y es preciso reivindicarlo cuando está salpimentado por los sentimientos o es un embutido de literatura.
Pero luego están los monólogos a evitar, como es el caso de los sermones, eclesiásticos o laicos. Los primeros carecen hoy de vibración, pasada como está la época de los grandes sermoneadores y reducido como ha sido el género a una prédica oficinesca y las más de las veces gárrula. A los mítines políticos les sobra vibración pero es la suya una vibración vacua, ventosa del buen decir, banalidad horneada por el énfasis, cercana invariablemente a la arenga del coronel el día de la jura de bandera. De la parroquia presente en estos monólogos se puede decir que está ausente.
El diálogo o el coloquio, por el contrario, exige que haya dos o más humanos siendo los que se producen entre animales treta de escritor, usada para poner a caldo a la sociedad de forma virtual (así Cervantes en el famoso de los perros). Cuando de personas se trata, lo normal es que quienes intervienen no se escuchen entre sí dando lugar a las llamadas «conversaciones paralelas» porque cada una de ellas discurre sobre unas líneas imaginarias que, como es propio, por más que se prolonguen no logran encontrarse. Es ésta la comunicación humana más extendida en una sociedad como la nuestra en la que a la mayoría se le da un ardite lo que al prójimo le ocurra o le cuente.
Con todo, hay entendidos que ofrecen testimonios de la existencia de charlas estimulantes porque en ellas las palabras se entrelazan con donaire y sueltan chispas, las chispas del ingenio, formando al cabo un conjunto vibrante y elocuente. Así debía de ocurrir en las tertulias antiguas, tertulias de café y media tostada, hoy pura nostalgia porque en las actuales cafeterías es impracticable la comunicación al resultar imposible competir, a un tiempo, con el locutor del partido de fútbol, el entrechocar de platos y tazas, la máquina que muele el café y la que calienta la leche, en fin, la voz mecánica de la máquina de tabaco y el tocadiscos … Sobreponerse a esta conjura pavorosa es esfuerzo de seres mitológicos, no de apacibles hablantes. Malos tiempos pues los nuestros para la conversación donosa.
Como hay refugios de caza hay que crear el refugio de la charla, el espacio protegido de la andante parlería.
En este post comprobamos la riqueza de nuestra lengua. Gracias profesor Sosa por eso y por fomentar el diálogo, el
Monólogo … En definitiva : la comunicación.
Muy bien Paco. Te dejo dos sobre el lenguaje:
1) del Coloquio de los Perros:
«la pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en
ella se engendraron, tales serán sus escritos»
2) sobre el lenguaje de la mayoría de nuestros políticos:
«la corrupción del lenguaje identifica a las
sociedades corruptas»
Sr. Sosa
Si se le puede tildar como señor claro. Le quería dar mi enhorabuena, pero no por sus libros que no me pienso leer, sino por ser usted la detonación y la destrucción del único partido honesto que ha luchado y sigue luchando contra la corrupción, UPyD.
Muchas gracias
Jaime