Molestias del trato humano

Julio Caro Baroja cuenta en algún sitio -probablemente en «Los Baroja«- que su tío Pío tenía como libro de cabecera, encima de la mesilla de noche, un tomito escrito por el padre Juan Crisóstomo de Olóriz titulado «Molestias del trato humano«. Le acompañó siempre y a él volvía una y otra vez cuando era víctima de alguna de las mil refinadas formas en que la maldad humana tiene por costumbre expresarse. La admiración que siento por Baroja -por todos los Baroja- más la convicción que albergo según la cual el hombre (y la mujer, lamentablemente igualados) es el ser más pérfido y odioso del planeta, me han llevado a buscar con afán la obra que al fin he logrado encontrar gracias a un librero de lance. Estas gentes -los libreros de lance- tienen algo del ser divino pues resucitan a los muertos, que no otra cosa son los libros antiguos enterrados en anaqueles, vueltos a la vida en cuanto alguien los compra y se dispone a leerlos.

Estábamos pues en la alevosía humana y en este punto conviene recordar que Ramón Gómez de la Serna solía repetir que en la sociedad ya se tenía trabajo suficiente con sortear a la fiera humana y yo mismo tengo escrito en alguna parte que a un hombre bueno hay que tratarle con mucho miramiento como defecto que es de la Naturaleza. Por todas estas razones, hay que odiar mucho a la Humanidad, pero es preciso querer mucho a Juan, a Carmen, a Timoteo…

La edición de las «Molestias del trato humano» que he conseguido lleva fecha de 1887 pero su autor fue un monje benedictino cisterciense que paseó su existencia por el siglo XVIII tomando como espacio de sus vagidos intelectuales al reino de Aragón, ejerciendo a ratos como catedrático de Prima y a ratos como calificador de la Santa Inquisición. Fue hombre ceniciento, poco dado a las bromas, austero y encendido internamente por la bombilla de una piedad implacable. Sus libros sobre oratoria fueron alimento de generaciones enteras de predicadores sacros que lo fusilaban sin miramiento alguno, sin citarlo, poniéndose cada fraile anónimo las plumas prestadas por el empedernido benedictino. Era una época en la que estos plagios inocentes estaban permitidos, no como ahora que está prohibido que un autor repita en más de una ocasión un mismo discurso, una estupidez esta que olvida el principio por el que nos regimos todos los que damos conferencias (atizamos, más bien) según el cual una conferencia no se amortiza hasta que no se da (se atiza) al menos cuarenta veces.

Las «Molestias …» están divididas en diez «reflexiones» y ninguna de ellas debe pasar desapercibida a quienes gustan de escudriñar en el pozo tenebroso de los comportamientos humanos. Olóriz divide a las personas entre aquellas que buscan la comunicación (que son los pelmazos inmisericordes, tipos indigestos en estado puro) y las que huyen a la soledad, con las que se muestra más benevolente. Luego atiende a la enumeración de las molestias que generan las visitas importunas que se practican con ocasión de pésames y enhorabuenas o aquellas en las que se hallan presentes hombres bufones, mordaces y habladores. Ya era costumbre en el siglo XVIII que personas aquejadas de cientifismo barato se reunieran en asambleas llamadas congresos y a ellos dedica también sus correspondientes latigazos el cisterciense pues en ellas no se habla sino de asuntos banales cuando no son simple escaparate de vanidades hueras (¿qué hubiera dicho hoy al ver a todos los congresistas en el hall del hotel hablando a voces por un teléfono móvil?). La reflexión octava es la más contundente: el trato de los hombres es más temible que el de las fieras silvestres y en ella recuerda a Séneca quien aseguraba: «yerras si crees lo que te muestran los rostros de los que tratas: tienen la apariencia de hombres pero el interior de fieras«. Apacible como se ve y confianzudo el filósofo cordobés.

Pero para don Crisóstomo «querer enmendar a todos quien no se enmienda es la molestia mayor que puede darse en los hombres», una observación bien sencilla que conviene retener para usarla como conjuro frente a tanto sermoneador como a diario nos aflige. Gran tipo Olóriz, gran tipo Baroja. Y nada molestos. Al menos en la distancia de los siglos.

 

Publicado en: Blog, Soserías
Un comentario sobre “Molestias del trato humano
  1. -¿En qué quedamos el hombre es un lobo para el hombre o el hombre es bueno por naturaleza?.
    -Hombre yo me miro a mi mismo y no soy malo.
    -¿Y los demás?.
    -¡¡Mírate a ti mismo a ver que ves!!.
    -Entonces todos somos buenos……. menos los que son malos que normalmente son todos los demás.
    -No te falta razón amigo.
    -Hombre claro.

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