En un gabinete vestido de tela blanca con motas verdes y al calor de una chimenea francesa se encuentran varios nobles y un fraile bastante jesuita (prácticamente, un jesuita) que no descarta llegar a los más altos y piadosos grados del servicio religioso. La única mujer es duquesa, es mema y totalmente viuda. No está triste porque su marido hubiera muerto ahora hacía justamente un año pues eso lo consideraba una más de sus típicas patochadas, muy celebrada por cierto por sus amigotes de timba, sino porque previamente había tenido el imperdonable descuido de arruinarse.
El Conde regalista:¡Tiene razón el Rey!
La Duquesa superflua: Estos líos son los que rejuvenecen a una y no los baños con agua de gallina que recomienda don Juan Sorapán. Mi madre…
El Barón flatulento: Algo tendrá que decir el Patriarca …
El Religioso encumbrado:¡Ahí, ahi! El señor barón, pese a su enfermedad, dice cosas atinadas: algo tendrá que decir en asunto tan delicado el santo Patriarca de las Indias.
La Duquesa superflua: El Padre, que está encumbrado por ser muy inteligente, tiene razón. Ya lo decía mi madre en los pocos ratos en que no estaba comiendo hígado de lagartijas, excelentes para tener una dentadura sana,…
El Barón flatulento: Explíquese su Paternidad, explíquese.
El Conde regalista: La opinión del Padre, con ser respetable, no es la única en un asunto…
El Barón flatulento:¡Religioso!
El Conde regalista:…religioso, sí pero al propio tiempo secular y por ello de la libre disponibilidad del Monarca.¡Disputar sobre un paño!
El Religioso encumbrado:¡Sagrado!
El Barón flatulento:¡Y en lugar sagrado!
El Religioso encumbrado: Exacto: en lugar sagrado. Nada menos que la real capilla de los Alcázares…
La Duquesa superflua:¡De máximo respeto! En mis tiempos…
El Religioso encumbrado (que no veía a la duquesa pero que cuando la miraba lo hacía con la misma indulgencia con la que se mira a un mastuerzo a quien nos une el vínculo del parentesco):Y en la real capilla como en cualquier otra iglesia la autoridad real cede, se transfiere a la autoridad eclesiástica.¿Qué mayor autoridad que la del Patriarca de las Indias, un eclesiástico desde los juanetes (torturadores, por cierto según nos consta) a la tonsura?
El barón flatulento: Una mujer, educada como Dios manda y normalmente constituida no está capacitada para intervenir en la administración de los sacramentos.
El Religioso encumbrado: Sostener el paño debajo de la boca del comulgante y mucho más cuando este comulgante es nada menos que el Rey es colaborar en un sagrado ministerio que la Iglesia reserva a los hombres…
El Barón flatulento:¡Y con sobradas razones! No hay nadie como un hombre para administrar bien, a conciencia, un sacramento.¡Cómo se va a comparar!
El Religioso encumbrado: Sabrán sus excelencias que ya los judios prohibían a las mujeres estudiar la Torá…
El Conde regalista:¡Es que no sabían leer!
El Religioso encumbrado: Tampoco estaban obligadas a peregrinar a Jerusalén en Pascua y tenían piernas ¿o no?
El Conde regalista: Una tradición judia que no tienen por qué seguir los cristianos…
El Religioso encumbrado (a quien asistían sobradas razones para pensar que el conde escondía el mandil del masón bajo la casaca): Está en san Pablo: la mujer que escuche la enseñanza, quieta y con docilidad.
El Conde regalista: Ese texto no es auténtico, es una interpolación.
El Religioso encumbrado: ¡Es auténtico y está en su primera carta a Timoteo!
El Conde regalista:¿Y qué me dice su Paternidad de las mujeres ascetas como Anastasia o Hilaria?
El Religioso encumbrado:¡Condenadas desde el Sínodo de Elvira hasta el de Burdeos!
La Duquesa superflua: Hilaria se llamaba mi ama de pecho. Trataba el vómito con zarzaparrilla.
El Religioso encumbrado (comiéndose las uñas que era lo que se comía cuando acertaba a encontrar entre los pliegues de su prodigiosa memoria una buena cita): Oigan sus excelencias el argumento definitivo, el irrebatible para comprender por qué la princesa de los Ursinos no puede sostener el paño sagrado cuando el rey comulga…
El Barón flatulento:¡Dígalo Su Paternidad!
El Religioso encumbrado:…porque se prohibe desde el Decreto de Graciano a las mujeres ¡incluso a las consagradas a Dios! tocar los vasos y paños sagrados. ¡Cuánto más a una (y bajó mucho la voz), a una intrigante como la princesa de los Ursinos que, por si fuera poco, es francesa! ¡Y cualquiera sabe si es princesa!
El Barón flatulento (dirigiéndose al Conde regalista): ¿Qué dice el señor Conde? ¿Le parece de poca importancia la cita de Berciano?
El Religioso encumbrado: Graciano, Graciano.
El Barón flatulento: Berciano, Graciano ¿qué más dá? ¿parece de poca entidad una autoridad como esa? (y con tono de chunga mirando al Conde regalista) ¿no le hace gracia Graciano?
El Conde regalista: Si el Rey dispuso que le tuvieran el paño en el momento de la comunión el Duque de Benavente y la de los Ursinos, ellos y sólo ellos son quienes pueden hacerlo por lo que nada puede disponer al respecto el patriarca por muy de las Indias que sea. Dicho en otros términos, in ipsa re ipsa.
El Religioso encumbrado (desconcertado con razón por el latín):¿In ipsa…in ipsa re ipsa?
El Conde regalista: Si, in ipsa re ipsa.(Envalentonado): Así se decía antes de la guerra aunque …nadie supo nunca en verdad qué significaba. Estamos ante un privilegio real ¡desde las Partidas!
La Duquesa superflua (con un suspiro): Las partidas llevaron a la ruina a mi esposo el Duque, las partidas de naipes. Debería condenarlas la Iglesia.
El Religioso encumbrado: Las ha condenado,señora.
La Duquesa superflua: Pues lo desplumó un secretario del Santo Oficio ¡que era mi confesor!…
Una ronda de rapé y estornudos puso tregua momentánea a la polémica. A poco rato se oía de nuevo:
El Conde regalista:¡Donde se ponga un buen Rey!
El Religioso encumbrado:¡A mí que me dén un Patriarca y si es de las Indias, miel sobre hojuelas…