Pla, Josep Pla, el autor del «Cuaderno gris» y de la «Vida de Manolo«, no es un escritor como algunos despistados hemos estado creyendo en los últimos decenios ni un periodista excepcional como pensábamos quienes comprábamos hace años la revista «Destino» para leerle. No, Pla, Josep Pla, fue en rigor un espía, según nos ha contado una señora en un estudio sobre su figura, pero además Pla, según nos dice ahora otro estudioso del ampurdanés, fue un asesino, más exactamente un magnicida. Y, por si todo ello no fuera suficiente, mediador en la invasión que el caudillo marroquí Abd-el-Krim proyectaba acometer por el sur de España en los años veinte.
Suena fuerte pero así es y a estas evidencias habremos de rendirnos. En efecto, Pla actuó como espía, un tipo de espía terrible, artero, sucio, y lo hizo para las potencias del Eje, y antes, para las de los Imperios, y después para los americanos, para los japoneses, que sé yo, en Corea, en Vietnam … Más o menos es lo que nos dijo una concienzuda erudita en su tesis doctoral hace dos o tres años. Ahora, otro sabio nos aclara lo que podía haberse sospechado: y es que quien empieza de espía, lo normal es que ya se aficione a la aventura y a los estímulos fuertes y, aburrido del oficio, se pase a otros de mayores emociones. Pla pudo haber escogido el consumo de drogas aniquiladoras pero no fue así: se hizo asesino, pero no un asesino cualquiera, un asesino de esos que suben a un piso y matan a la viejecita que allí vive para llevarse un dije y una hucha; no, Pla, por su mayor envergadura personal, dio en planear un magnicidio con todas las de la ley: acabar con la vida de un jefe de Estado con todos sus atributos y como el que tenía más a mano era el rey don Alfonso XIII, pues por él se fue. ¿Cómo habría de perpetrarse? Muy fácil: se aprovecharía una regata de balandros en alta mar, en san Sebastián, para ponerle un par de bombas. ¿Es raro? Lean la obra doctoral de un jovencito, profesor en Gerona, y adquirirán la necesaria certidumbre sobre esta inclinación de Josep Pla.
Ahora, a un hombre de sus capacidades, le quedaba todavía tiempo libre: el que aprovechó para ponerse en contacto con Abd- el- Krim y proponerle pasar el Estrecho de Gibraltar e invadir España y acabar con la vida del dictador Primo de Rivera. En el mismo libro del joven gerundense se encuentra la documentación que avala esta patriótica malicia de Pla.
A todo ello hay que añadir que su novia dijo de él que era sucio y que le olían los pies y los sobacos cosa mala.
Claro es que sus Obras completas se componen de treinta y tantos volúmenes, que su prosa es limpia, millonaria en imágenes, prosa de cosquillas, tesoro de observaciones finas, irónicas … ¡Bah, paparruchas! Pla fue un magnicida que escribió, es verdad, nadie lo puede negar, pero solo aprovechando los ratos que tenía libres entre sus magnicidios. Lo importante en Pla, y lo que de él queda, era el magnicidio, el espionaje, el desaseo, la traición a sus amigos y a sus novias; su pluma, sus hallazgos literarios, sus retratos de artistas, su gran sabiduría gastronómica, todo eso no era sino una tapadera, un medio astuto del que se servía para despistar a la policía y burlar sus investigaciones.
Así es y por ello nadie debería leer sus libros de viajes ni su vida de Rusiñol ni su calle estrecha. Nada de eso vale la pena. Lo determinante es el Pla delincuente histórico.
Terrible pero así es. Y es que de la misma forma que el nacionalismo falangista español negó a Baroja y a Ortega y a Benjamín Jarnés y a Cansino y fusiló a Lorca y a tantos otros, así el moderno nacionalismo de barretina y subvención niega a Pla y se niega a ver en él al gran prosista en lengua catalana que es.
Quieren fusilarlo lanzando sobre él el fuego graneado de sus insidias para dejarlo abandonado en el camposanto de su triste sectarismo. Yo me quedo con él en su jardín florido de adjetivos.
-Pues yo fui en una ocasión a visitar a un enorme sabio, creador de una enorme obra literaria y filosófica……
-¿Como se llamaba?
-Aristóteles.
-Ah ¿y qué pasó?.
-Pues a media entrevista se tirón un pedo fue pequeñito y apena se pudo oír ni oler ¡pero ya me dirás!, vaya mierda de filósofo y escritor.
-Vaya mierda de obra debió escribir.
-Y encima no era Nacionalista.
-Eso es lo peor.
Se cuenta que Sartre estaba en un restaurante y decidió ir al baño. Se levantó y preguntó a un camarero. El camarero lo reconoció y empezó a decirle que era la conciencia del mundo, el faro de la humanidad, etc…y Sartre se volvió a su sitio porque no se atrevió «el faro de la humanidad» a preguntar dónde podía ir a hacer «aguas mayores». Pla escribió unas páginas en lengua catalana insuperables. Tiene razón Sosa Wagner. ¿Me interesa su vida? Quevedo fue un lacayuno, García Márquez amigo de dictadores, Céline nazi y Neruda se olvidó de una hija con hidrocefalia para irse con una pelirroja. Apañados estamos si vamos a valorar a los escritores por su vida. Y no olvidemos que Pla escribió gran parte de su obra cuando en catalán cuando el solo hecho de escribir en esta lengua no dejaba de ser un asunto de resistencia, aunque también tradujo al castellano sus libros, sus adorables libros.