Escenas históricas VIII: el mendigo

EL MENDIGO
I

Vestía tocas de monja, tenía la tez blanca, los ojos tristones y remachadas las narices. Vivía con amargura de viuda y tristeza de rumiante. Era la Reina Regente hasta que su hijo,  que llevaba el nombre de Carlos,  alcanzara la mayoría de edad. Despachaba con ella su confesor y ministro, el Padre Everardo Nithard S. J. , menguado y bisoño en el arte de gobierno, ambicioso y anguloso en la cucaña de la vida.

-Majestad, si no hubiera mendigos ¿cómo se podría ejercer la caridad?

-Lo sé, lo sé, Padre. Pero son demasiados. ¿De dónde salen?

-Vienen en su mayoría de Galicia y de las Asturias. Son personas sin convicciones éticas, sin sentido del patriotismo, que huyen de la leva militar a la que consideran un atropello cuando la verdad es que se trata del único remedio para hacer frente a la poca colaboración que prestan. Quieren comer como si fueran nobles o asentistas o incluso hombres de Iglesia. . .

-Unos pocos mendigos están bien, son incluso decorativos y,  sobre todo,  ayudan a cumplir los mandatos de nuestra fe. Pero tantos. . .

-El Consejo de Castilla será informado de la regia voluntad y se proveerá al efecto.

Dictaminaron los Consejos, el de Castilla, el de Aragón y el de Hacienda por las implicaciones financieras del asunto y, además, una Junta de teólogos y la Suprema del Santo Oficio.
II

Felipe Montesinos había llegado a Madrid desde Valencia. Trabajó como portero y después como ayudante de pescadero. Tanta fué su fortuna que llegó a tener su propia parada. Un dia contemplaba una procesión cuando una penitente, al pasar junto a él,  le preguntó si deseaba besar el crucifijo que llevaba. Advirtió que la muchacha era muy agraciada y entonces pronunció la fatídica frase:»preferiría besarte a tí». Tomó cartas en el asunto la Inquisición y cumplió condena de prisión de tres años y además se le confiscaron sus bienes. Cuando salió en libertad, tuvo que ponerse a pedir limosna. Otro mendigo que ejercía el oficio en las inmediaciones se le acercó y le exigió que le exhibiera su licencia. Fué así como Felipe Montesinos tuvo conocimiento de la obligación de presentarse ante el Alcalde de pobres y menesterosos aflictivos.

-Buenas, soy mendigo -saludó.

-¿Mendigo? enséñame la licencia.

-Eso es lo que vengo a buscar.

-Entonces aspiras a ser mendigo, pero no eres mendigo.

-Eso es, quiero tener el título de mendigo para poder ejercer la profesión con dignidad.

-Para ser mendigo lo primero que hay que acreditar es ser pobre, muy pobre. ¿Cómo puedes acreditarlo?

-No tengo dinero -Y le enseñó los bolsillos.

-Eso es muy fácil decir. Creerselo ya es otra cosa. Se necesita un certificado de pobre.

Felipe Montesinos se fué a la oficina de la Inquisición y pidió a un fraile dominico que estaba en la puerta que le diera un certificado que acreditara la confiscación de sus bienes. El dominico refunfuñó un poco pero al final accedió y le proporcionó lo que Felipe pedía.

Lo llevó a la oficina del Alcalde.

-¿Cómo se puede saber que no has rehecho tu fortuna?

Ahí estuvo ágil Felipe Montesinos:

-Por la fecha en la que he salido de la cárcel. Es imposible que en tan pocos días haya conseguido ganar dinero.

-De acuerdo. Pasemos a otro requisito:pústulas, número de pústulas que tienes.

-¿Pústulas?

-Sí, pústulas, heridas o cualquier tipo de descalabradura.

-Me falta un testículo por. . .

-No me importa dónde lo perdiste porque no vale. La Real orden habla de pústulas que es lo que mueve a ejercer la caridad. Siete, hay que tener siete en lugares visibles.

No tenía pústulas. Pero el mismo alcalde, a quien Felipe Montesinos le había caido bien,  le indicó un sitio donde hacían pústulas que parecían de verdad. Se las hicieron endeudándose con el saludador y comprometiéndose a pagarle con las primeras limosnas.

El Alcalde se entusiasmó con ellas:

-Son estupendas. Cada día las hace mejor. Casi me conmueven a mí.

Pasaron al tercer requisito:

-La licencia cuesta diez reales de vellón.

-Pero. . .

-Pero, claro, no tienes dinero para pagar. Es la salmodia que entonan todos.

El mismo Alcalde le indicó una casa donde le podrían prestar dinero. Felipe Montesinos acudió a ella y cuál no sería su sorpresa cuando le atendió el mismo alcalde de pobres y menesterosos aflictivos.

-Se retrasa tanto la real hacienda en pagar . . .  -se justificó.

Cuando llegó con su dinero, dijo el alcalde:

-Y ahora lo más importante. ¿Cómo andas de doctrina?

-¿De . . . ?

-De doctrina, sí, de doctrina cristiana.

-En la prisión. . .

-A ver, sin más rodeos:¿cuántas personas hay en la Santísima Trinidad?

-Cuatro.

-Lo que me temía:vivís como bárbaros, no estais industriados en la doctrina cristiana, ni os confesais ni comulgais. Vete a la Misericordia y te darán el indispensable certificado.

En la Misericordia le atendió el Padre Grajal que era un buenazo. En no más de dos semanas de clases le dió el certificado por sólo cinco reales que dejó a deber a cambio de firmar un documento por el que autorizaba al Padre a hacer efectivo el dinero sobre las limosnas del primer mes.

Con su licencia, sus pústulas y los rudimentos de la fe cristiana,  Felipe Montesinos empezó a ejercer su oficio una mañana soleada del mes de octubre en la plaza Mayor que todavía exhibía borrajos y tizones de su reciente incendio y que era el lugar asignado por el alcalde, un lugar de lujo ciertamente, que acababa de quedar vacante porque un desbarate de vientre había acabado con la candela de la vida de Agustín, su titular.

Publicado en: Blog, Soserías
Un comentario sobre “Escenas históricas VIII: el mendigo
  1. -He perdido mi casa porque me he quedado sin trabajo y no he podido pagar la hipoteca y ahora estoy en la calle, soy un mendigo y nadie me hace caso, ni familiares ni amigos ni la gente en la calle y los comedores sociales están abarrotados.
    Estoy perdiendo mi salud, ya casi no controlo mis pensamientos y creo que estoy perdiendo la cabeza.
    El gobierno dice que la crisis ha sido vencida.
    Que ha empezado la recuperación económica.
    Pero a mi nadie me dice nada.
    He quedado en la cuneta.
    ¿Usted sabe qué debo hacer?.
    -Amigo sólo puede aguantarse.
    -¿Como dice?.
    -Pues eso usted en una víctima.
    -Bueno por lo menos soy algo.

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