Si fuera un simple tic,una especie de gesto involuntario, como ese que observamos en el vecino cuando besa hasta tres veces consecutivas antes de entrar en el ascensor el sagrado corazón que tiene en una pieza de metal a la puerta de su casa,el asunto no tendría mayor alcance y no merecería más atención que la que justamente suscita ese vecino besucón:ninguna o, a lo sumo, le dedicaríamos la indulgente sonrisa que aplicamos al mochales. Pero es que desencadena mil y una excusadas molestias, desata ociosas lenguas tribunicias y, sobre todo, consume una gran cantidad de energías que bien dirigidas hasta podrían servir para solucionar algún embrollo…Son estas las razones que impiden despachar frívolamente el asunto dándole un calificativo condescediente.No,no es un tic.
Como no es este momento de andarnos por los cerros de Ubeda (que,por cierto, deben de ser magníficos pues entre sus verdinegras retamas triscan los versos sedosos de san Juan de la Cruz),no hay más remedio que aplicar duras expresiones y aún descalificadores sintagmas a la costumbre de un elevado número de nuestros prohombres públicos de amenazarnos con la promulgación de una ley ante cualquier problema que plantea la diaria convivencia. Una amenaza esta que quizás provenga de antiguo,que es probable se practicara ya en épocas pretéritas pero a la que sin duda ponía sordina la inexistencia de la televisión, lo menguado del alcance de la radio y la ancestral costumbre practicada en España de no enseñar a leer al personal.Hoy día, empero,los progresos habidos no sólo nos traen al minuto las declaraciones de prepósitos y mandamases sino que, encima, nos las multiplican como multiplican el espanto esos inquietantes ecos con que se condimentan muchos relatos terroríficos. Calcúlese que si ya amedrenta oir una vez la ceñuda advertencia de que se va a promulgar una ley sobre esto o aquello,el definitivo efecto embotador que llevará a los ánimos sencillos su machacona reproducción.
Y todo para remitir la real solución de los problemas a un borroso futuro o,como suele decirse,para alargar la cura. Supongamos así a un responsable político en el doloroso momento de descubrir que el pacífico curso del agua en un río se ve dificultado por la existencia de botellas previamente vaciadas de su originario contenido,de cajas y cartones de diversa suerte, de electrodomésticos desafectados del uso que un tiempo les dió esplendor, de vehículos antaño de tracción mecánica y de porción de números sueltos del ABC sacrílegamente abandonados.¿Alguien cree que ordenará retirarlos? ¿Alguien piensa que inmediatamente después de limpiar el cauce infecto iniciará a la población en el aprendizaje de prácticas higiénicas para que en el futuro sepan respetarlo? Ni hablar.Ese señor ordenará inmediatamente que se redacte un anteproyecto de ley de protección del medio ambiente.A ser posible bien cargadito de disposiciones adicionales, transitorias y contradictorias.
Supongamos más tarde que otro responsable político descubre que buena parte de los ciudadanos pasan demasiado tiempo de su tiempo libre consumiendo bebidas alcohólicas en establecimientos llenos de humo y ruidos o contemplando en sus receptores de televisión cómo sudorosos y atléticos gimnastas de bruno color pugnan por atravesar una cinta desafiando al mismísimo ritmo del reloj y que alguien con sólidos conocimientos médicos le advierte de los perniciosos efectos para la salud de tal suerte de comportamiento.¿Alguien cree que tal autoridad ordenará la construcción de espacios deportivos de fácil acceso para todos y en todos los barrios? ¿Alguien cree que se fomentará la práctica de paseos higiénicos por espacios debidamente acondicionados en las inmediaciones de la ciudad? ¿Alguien cree que se establecerán caminos o carriles especiales, libres de peligros, para bicicletas u otra clase de velocípedos? En absoluto.Nuestra autoridad ordenará al punto que se redacte una buena ley del deporte con su exposición de motivos y sus,al menos, tres disposiciones derogatorias.
Si las personas minusválidas no pueden caminar por nuestras calles,ni viajar en tren,ni acceder a un centro público de enseñanza ¿alguien piensa que se ordenará poner rampas en los institutos o universidades,en los accesos del ferrocarril o en las aceras? ¡Quia! Se nombrará una comisión interministerial para redactar dos decretos y una docena de ordenes ministeriales.Y así sucesivamente.
No,no es un tic.Por su frecuencia,por los males que acarrea estamos ante una calamidad cuya adecuada conjura sólo puede encomendarse a la discreción,a la sensatez.Si alguien conoce a estas señoras ¡llámelas por favor en nuestro auxilio!